A Fondo
La lacra de las patentes tecnológicas, un agujero sin fondo
Es vergonzoso hasta donde se ha llegado. Las demandas por patentes no solo frenan la evolución tecnológica, están abriendo un nuevo mercado en el que los consumidores no intervienen. Ya no se trata de ofrecer el mejor producto o servicio con el fin de ganar dinero y posicionarse sobre la competencia, que sería lo razonable. Basta con tener una idea y patentarla. Nada más abstracto, nada menos práctico que eso.
Solo el agosto pasado se presentaron 294 demandas por violación de patentes. Entre las más conocidas está el caso de Apple contra Samsung, que se acaba de saldar con la victoria de los primeros, impidiendo vender la tableta de la coreana en Alemania. A pesar de la presunta falsificación de pruebas de los de Cupertino.
Mientras tanto, Google compra Motorola por 12.500 millones de dólares en exclusiva por su portafolio de patentes, con el fin de blindar a Android y de paso disponer de algo de artillería con la que contraatacar a Apple, quienes intentan deshacerse por todos los medios de la competencia que más daño les hace. De hecho, Apple se verá en los tribunales también con HTC, que acaba de recibir un no tan generoso obsequio por parte del gigante de Internet en forma de las patentes recabadas tras la citada compra del fabricante de terminales.
Solo mencionando a Apple, la compañía de Cupertino tiene litigios abiertos por la violación de patentes con Nokia, Samsung y HTC en su primer frente. ¿Será por causa de tanto trabajo que el responsable jurídico de patentes de la compañía ha dejado su puesto? Viéndolo así, pareciera que todo gira en torno a la manzana mordida, pero no. Google batalla en los tribunales con Oracle, y en general casi cualquier empresa tecnológica de primer nivel está inmersa en algún lío legal: Dell, Sony Ericsson, LG, Kodak…
En silencio, en Microsoft se frotan las manos por cada dispositivo gobernado por Andorid que es vendido, y es que ganan mucho más –hasta 5 veces más– con el desarrollo de Google que con su Windows Phone 7. De momento pasan por caja HTC y otros fabricantes menores, mientras que se acaban de anunciar acuerdos con Acer y ViewSonic, a la espera de la respuesta de Samsung ante las amenazas de los Redmond.
Todo lo citado es una ínfima parte de las noticias diarias que se publican en todo el mundo relacionadas con las patentes, llamadas de forma bastante hipócrita propiedad intelectual, un doble juego que mezcla falsificaciones con movimientos de mercado que desbordan hasta a los analistas más reconocidos. Pero no es algo nuevo. Estas batallas en los tribunales por ideas muchas veces auto apropiadas y generadas en «granjas de cultivo», datan de finales del siglo XIX, entrando en el juego desde compañías farmaceúticas, automovilísticas, etc. El irracional aumento de las mismas, sin embargo, es temerario. Solo relacionadas con la tecnología móvil, la subida es de un 25% anual.
No hay solución o conclusión en las guerras de patentes. Se abusa de una regulación injusta de la que en temas financieros no quieren ni oír hablar en Estados Unidos, aunque ha sumido al mundo entero en la mayor crisis económica de la Historia reciente. No importa, mientras las compañías líderes del sector presentes ganancias millonarias. Porque ninguna de las grandes renuncia al juego , bien por necesidad, bien por oportunidad, de comprar, denunciar y vuelta a empezar.
La situación ha llegado a tal punto que solo los que más tienen pueden aguantar en pie: Apple, Google, Microsoft, Samsung… Con lo que se han gastado todas estas empresas en lo que llevamos de 2011 en pleitos, Barack Obama habría implantado una Seguridad Social universal en Estados Unidos. Pero, cómo hacer ésto si cuando el insigne presidente necesita un consejo se lo pide al Jobs, Zuckerberg o Page de turno.
Lo más curioso es, como si de la telebasura se tratase, que los costes de cosecha propia de patentes son mínimos y los beneficios, bien sea por quitar a algún rival de en medio y conservar la posición de privilegio o sacarle una buena suma de dinero a esa misma competencia, son máximos. No se trata, pues, de tener una idea brillante e intentar sacarle partido. Las granjas de patentes producen ideas en masa de las cuales se apropian unos pocos y que, como ocurre de forma igual de infame en la industria farmacéutica, exprimirán hasta las últimas consecuencias… con el beneplácito de la administración de marras.
Es vergonzoso hasta donde se ha llegado, pero no estamos ni en el principio ni en el fin del camino, la cuesta arriba se difumina a simple vista, rellenada de patentes como si de una quiniela se tratase, y con mayor efectividad: cuantas más tengas, más probabilidades de que toque. Solo es necesario un ejército de abogados listo para presentar batalla (limpia o no es lo de menos).
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