Opinión
El duelo de la privacidad
Emilio Márquez, CEO de Networking Activo.
Internet se ha transformado en un inmenso patio de vecinos donde todo el mundo quiere saber más del prójimo sin llamar a la puerta y pedir permiso. Las redes sociales pueden ser el paraíso de los cotillas o herramientas extremadamente útiles para moldear nuestra identidad digital al gusto del consumidor. Con la llegada de estas plataformas, el concepto de privacidad se ha puesto de moda y mantenemos una ardua batalla por defenderlo.
No se trata de algo nuevo. Ya hace más de una década los foros de la red debían respetar unas normas de comportamiento para proteger los datos almacenados de los usuarios. De lo contrario, la consabida Ley de Protección de Datos podía dejar caer su peso sobre el website. Pero lo cierto es que no ha sido hasta el auge de las redes sociales cuando se ha dado forma a una preocupación pública por proteger los datos personales.
Si antaño la responsabilidad de mantener los datos resguardados y protegidos era del webmaster (ahora también), en la actualidad son los usuarios los que se preocupan de verdad porque su información no salga a la luz pública.
Los peligros a los que está sometida la privacidad son varios. Desde hackers que asaltan bases de datos hasta “profesionales” del phishing que suplantan la identidad de marcas de primer orden para obtener datos privados. Esta variedad de “asaltos” hace que sea necesario formar al usuario en Internet para que no termine cometiendo errores que le puedan suponer problemas con la información sensible.
Sucede, además, que los datos privados son un manjar para los hackers. Los asaltos a las bases de datos menos protegidas se suceden cada día y provocan quebraderos de cabeza a grandes multinacionales. Que se lo digan a Sony, que en 2011 protagonizó un para nada deseable episodio de robo de información sensible de más de 70 millones de usuarios mundiales en las redes de contenidos vinculadas a las consolas Playstation.
En este escenario, lo natural es que el usuario de Internet busque la mayor protección posible, y ésta, en las redes sociales, es el sentido común. Los datos que se convierten en públicos en Facebook, por poner un ejemplo, dependen de las decisiones de configuración que tome el propio usuario en el proceso de registro: la privacidad es completamente regulable en la red social con mayúsculas.
Aparecer en buscadores, elegir quién ve nuestras fotografías, aprobar las etiquetas de las mismas, decidir y clasificar nuestros amigos por categorías y por prioridades, son solo algunas de las opciones que se pueden aplicar en Facebook para configurar la privacidad. No es ni siquiera necesario obsesionarse colocando datos falsos; tan solo necesitamos prestar atención al funcionamiento de la plataforma para evitar lamentaciones en el futuro.
La privacidad es el nuevo frente donde luchar en Internet. Se ha pasado de la ignorancia a la excesiva comprensión y protección de los datos privados. Por suerte, cada vez existen usuarios más formados en el uso de la red y saben cómo proteger sus datos, aunque el proceso de adaptación todavía tiene recorrido por delante.
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