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La fotocopiadora cumple 77 años: descubre su fascinante historia

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Justo en estos días se producen dos curiosas convergencias entre el pasado y el presente. El 21 de octubre de 2015 era la fecha marcada en el DeLorean de Marty McFly en su segundo «Regreso al futuro». Por eso hoy todo el mundo compara el futuro que dibujaba la película con el presente que vivimos ahora. La otra convergencia se producirá mañana, porque un 22 de octubre de 1938 Chester Carlson inventó algo que ayudó, y mucho, a que el futuro que imaginaba fuese hoy lo que es.

La historia del hombre

Gracias a Dios, Carlson tenía un problema, además de miope padecía artritis. Él venía de una familia pobre de Seattle, en Washington, donde lo habitual era que los niños fuesen una pieza más del sustento de las familias. Su padre estaba paralizado por la artritis y su madre tenía tuberculosis por eso, con 14 años, él era el único que llevaba dinero a casa trabajando de limpiador de lunes a viernes, compaginándolo con el instituto, además de los fines de semana para sacar un dinero extra.

Cada vez que se habla de personajes como Carlson, ensayadores tenaces y curiosos, se menciona su enorme inquietud y afán investigador. En este caso el tópico se cumple al cien por cien. Ya desde muy joven tanto la química como las artes gráficas interesaban enormemente a Carlson. Entre los muchos empleos que desempeñó trabajó durante un tiempo en una imprenta local, y según se cuenta llegó a comprarles una vieja máquina que iba a ser desechada. Con esa máquina, durante su época de estudiante, editó e imprimió una modesta revista para aficionados a la química. En la Universidad estudió química y luego pudo entrar al Instituto Tecnológico de California, donde se graduó en física.

Llegan los años de la Gran Depresión.

Solicitó trabajo en más de 80 empresas antes de lograr un empleo como ingeniero de investigación en los laboratorios Bell Telephone en Nueva York, por 35 dólares a la semana. La gran crisis hizo que lo despidieran poco después, y entró por un tiempo a trabajar para un abogado de patentes. De ahí obtuvo un puesto interesante dentro de la empresa Mallory & Co. De día trabajaba en la compañía y de noche estudiaba derecho. Cuando obtuvo su título pasó a ocuparse del departamento de patentes de Mallory, donde comenzó todo.

maquina-escribir

Decíamos antes que gracias a Dios Carlson era miope y tenía artritis. Su trabajo con las patentes debió ser para Carlson una auténtica pesadilla. Continuamente había que hacer copias de los certificados de las patentes y de las especificaciones, y la única forma que había para duplicar documentos era a mano y con mucho papel carbón. Igualmente, los textos escritos  a máquina tenían que ser revisados para corregir posibles errores. Se podían emplear procedimientos fotográficos, pero el resultado era demasiado caro.

La historia de la máquina

Las manos artríticas de Carlson no llevaban bien tanta «artesanía». Curiosidad científica y necesidad se aliaron entonces para que Cherter Carlson se pusiera a investigar sobre cargas electrostáticas y materiales fotoconductores. Se interesó por los trabajos del físico húngaro Paul Selenyi durante los años 30. Selenyi estudió la naturaleza de la luz y los efectos fotoeléctricos. Gracias a sus investigaciones sobre imágenes electrostáticas, Carlson averiguó que cuando la luz incide sobre un material fotoconductor, este se vuelve mucho más conductor de la electricidad.

Antes de que Jobs y Wozniak desarrollaran el primer Mac en su garaje, Carlson investigaba en su cocina. Ni a su mujer ni a su suegra les hacía mucha gracia que su baluarte oliera a cuerno quemado, pero poco a poco se fueron forjando los cimientos de lo que luego sería la xerografía, primero llamada electrofotografía. Sin duda tuvo que haber momentos difíciles en este proceso. Carlson trabajaba en las patentes con sus manos cada vez más doloridas por la artrosis, y en el tiempo que le quedaba libre se dedicaba a desarrollar su idea. De alguna forma, la confianza en que tenía que ser posible crear un sistema de multicopia de documentos le empujó a no abandonar a pesar de todas las complicaciones.

Carlson echó mano de sus propios recursos para seguir adelante. Dejó a un lado su trabajo en Mallory, alquiló un pequeño piso encima de un bar de Astoria y contrató a Otto Kornei, un joven ingeniero alemán sin trabajo, para que le echaran una mano.

La fecha del 22 de octubre de 1938, junto con el nombre de Astoria, pasarán a la historia como la primera imagen xerográfica. Escribieron la fecha y el lugar con tinta china sobre un portaobjetos de vidrio. Luego, con las persianas hasta abajo para que no entrara una gota de luz, frotaron con un pañuelo una superficie con zinc de sulfuro para generar carga electrostática. Encima colocaron el porta de vidrio y expusieron todo durante unos segundos al calor de una lámpara incandescente. Retiraron el porta, esparcieron polvo de licopodio sobre la superficie de zinc de sulfuro, presionaron con papel engrasado contra el polvo  y… al retirarlo, se reveló una imagen en el papel: era un duplicado exacto del texto que habían escrito en el porta: 10.-22.-38 ASTORIA.

La historia de la empresa

Historias como las de Bell y Meucci, y otras que su trabajo en un despacho de patentes le harían conocer, espolearon a Carlson para llevar con suma rapidez y discreción el registro de la patente de su invento, temeroso de que alguien pudiera robarle la explotación de la xerografiadora. Temía en vano, porque lo que tuvo que pasar para llegar a desarrollar la copiadora no fue nada en comparación con el periplo por infinidad de sitios a los que les ofrecía su máquina prodigiosa y, sistemáticamente decían que no.

Debía ser frustrante y desconcertante a la vez. Para Carlson se trataba de la solución perfecta para liberar sus manos de la esclavitud del papel carbón, pero parecía que nadie más creía que aquello fuera útil. Entre 1939 y 1944 más de 20 empresas rechazaron a Carlson, incluido el Consejo Nacional de Inventores, IBM, General Electric y RCA. Finalmente, en 1944 llamó la atención de una organización de investigación sin ánimo de lucro, y firmó con Carlson un contrato para repartirse los royalties de la máquina: Battelle Memorial Institute. En 1947 Batelle llegó a un acuerdo con una pequeña empresa llamada Haloid para desarrollar la máquina.

xerografia

Pasaron 21 años desde el histórico 10.-22.-38 ASTORIA hasta que llegó la primera copiadora a una oficina. Ese fue el principio de una expansión meteórica por las oficinas de toda la cuidad, del país… del mundo. Pasado un tiempo Haloid pasó a llamarse Xerox en 1961, aunque la primera copiadora que llegó a las oficinas en 1958 fue la Xerox 914.

Un 19 de septiembre de 1968, diez años después de que la fotocopiadora revolucionara el mundo empresarial, Chester Carlson murió. Después de años de sacrificios, esfuerzos y tenacidad sin límite logró aquello en lo que tanto había creído durante buena parte de su existencia. Él siempre dijo que en aquellos momentos pensaba en hacer algo bueno, tanto por él mismo como para los demás, quería crear algo útil. En sus últimos años el trabajo de su vida le reportó una más que interesante fortuna. Su deseo de ayudar también se manifestó entonces, donando una gran parte de sus ingresos a fundaciones y organizaciones benéficas. Igualmente creó un fondo millonario para ayudar a los jóvenes investigadores en seis universidades estadounidenses. Los premios que Xerox concede anualmente a la innovación de la enseñanza de la ingeniería llevan su nombre. Incluso hoy, las modernas impresoras láser, se basan en el sistema ideado por Carlson.

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