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La evolución de las plataformas de economía colaborativa
La economía colaborativa ha revolucionado la forma de actuar de los consumidores en bienes y servicios. Cambiando su forma de gastar y ganar dinero en menos de 5 años.
Hace un lustro la economía colaborativa apenas se conocía en España, siendo algo que se aceptaba con recelo y miedo. Hoy en día, ha cambiado la forma en la que muchos españoles utilizan servicios comunes o adquieren bienes, donde incluso muchos viven simplemente de ello.
De esta forma, el consumo colaborativo ha revolucionado una sociedad golpeada por la crisis, en la que muchos empresarios han encontrado la forma de aprovechar la crisis para ayudar a los usuarios o para sacar su negocio adelante, a través de compartir o intercambiar bienes y servicios de forma temporal, gracias a la expansión exponencial de las plataformas digitales y redes sociales.
Gracias a esto, valores olvidados en una sociedad capitalista altamente consumista e individualista como la previa a la crisis se ha visto abocada a que se recuperen actuaciones tradicionales como alquilar, compartir, intercambiar, prestar o incluso regalar los bienes y servicios propios entre personas desconocidas que se conocen a través de una aplicación de smartphone.
Este cambio o evolución cultural y económica de la sociedad ha derribado las barreras de la desconfianza y la apuesta por una serie de usuarios con gran valoración entre clientes anteriores y a un modelo en el que una app creada por una empresa hace de mediador y controlador del buen servicio, monetizando el servicio o simplemente consiguiendo un porcentaje por las gestiones realizadas.
Así las cosas, se ha ido evolucionando hacia un modelo de economía colaborativa que ya mueve más de 2.580 millones de euros alrededor del mundo, creciendo exponencialmente año tras año y que ya cuenta con medio millar de empresas dedicadas al consumo colaborativo en España.
Las plataformas de economía colaborativa se han extendido a multitud de sectores, como el de viajeros, en el que Blablacar se encarga de establecer el contacto entre conductores que buscar abaratar su viaje con coche propio y viajeros que desean pagar menos por llegar a su destino. Pero también han abordado mercados como la restauración, la enseñanza o el alojamiento de turistas. Así, la mentalidad actual ha pasado del querer poseer bienes o servicios a simplemente tener acceso temporal a ellos, con el fin de que sean más accesibles a la maltrecha economía de millones de ciudadanos.
Entre 2008 y 2012 la economía colaborativa ha logrado un crecimiento interanual del 50%, por lo que ya hay estudios que estiman que el año 2015 podrían generar hasta 335.000 millones de euros en el mundo. La gran cuestión es si han venido para quedarse o bien acabaran esfumándose, como les puede ocurrir a muchos unicornios como Snapchat, tal y como augura Fred Wilson.
Los usuarios aseveran que los que usan este tipo de servicios de transporte colaborativo suelen ser respetuosos, por lo que no dudan en ahorrar tiempo y dinero. Por ello, a nadie le extraña que Blablacar ya cuente en Europa con más de 20 millones de usuarios habituales en los 19 países en los que ha introducido su plataforma, donde la gran mayoría de sus usuarios tienen menos de 30 años, lo que evidencia un cambio de mentalidad en la sociedad.
Pero la economía colaborativa también sirve para ayudar a pagar el alquiler, o simplemente cubrir esa habitación vacía y obtener un ingreso extra. Para lograrlo está Airbnb, una plataforma de alquiler de viviendas y habitaciones que cuenta con casi 100.000 usuarios anfitriones en España en el último año y que esperan superar el millón de personas alojadas en 2015. Actualmente, Airbnb posee una valoración de 20.000 millones de dólares y un patrimonio de 800 millones de dólares desde su creación hace siete años.
En las plataformas que viven de la economía colaborativa, la reputación es fundamental, y obtener una gran valoración de un usuario es la clave para expandirse o desaparecer. Pero esta empresas conviven con otros factores en España, como son los problemas de Uber y su servicio de transporte urbano de vehículos particulares que entronca con los taxis y que tantos problemas judiciales le ha procurado en casi todos los países europeos en los que ha intentado introducir su negocio la compañía de Travis Kalanick. Así, tanto Uber como Airbnb han acumulado multas y procesos judiciales por competencia desleal, siendo esquiva su suerte en los juzgados.
A pesar de los problemas con las empresas tradicionales de los diferentes sectores, las plataformas de economía colaborativa van arrebatándoles terreno día a día, con su incursión en sectores tan diversos como compartir la cena casera tradicional de una región, solucionar problemas diarios o hacer de guía turístico. Por tanto, los estudios más recientes indican que la mitad de los españoles estaría dispuesto a compartir o alquilar bienes o servicios a través de plataformas colaborativas.
Una de las startups españolas que se posicionan al frente del consumo colaborativo es Relendo, que con menos de un año de existencia busca expandir su modelo de alquiler diario de productos entre usuarios. Pero también destacan AlterKeys para hospedaje temporal, Amovens paras alquilar coches entre particulares, AreaVan para alquilar caravanas, Compartir Tren Mesa Ave para compartir billetes con la tarifa mesa de Renfe, Joinuptaxi para compartir taxi, Letmespace para compartir guardamuebles, Nautal para alquilar barcos, Shipeer para viajes por España, Spacebee para alquilar espacio de trabajo, Traity para valorar otras plataformas de economía colaborativa, Trip4Real para guías locales, Tutellus para clases particulares, Wallapop para la compraventa entre usuarios, WeSmartPark para aparcamiento y Zank para préstamos entre particulares.
Así hasta más de 450 compañías dedicadas a la economía colaborativa en España, donde todas han nacido en los últimos años y que buscan compartir esta nueva realidad económica con las empresas tradicionales de cada sector. Sólo queda esperar a ver si las fricciones se acaban disipando o si su rápido auge conllevará o bien su rápida caída o bien el fin de la economía tradicional capitalista y consumista.
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