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Toyota y el miedo al coche autónomo
Toyota reacciona ante el auge de los coches autónomos y asegura que será un rival a batir en el sector.
Hace cinco meses, en septiembre del año pasado, tres altos ejecutivos decidieron acudir a la oficina en Tokio de Akio Toyoda, presidente de Toyota. Su intención era intentar convencer al directivo de que la compañía de automóviles debía realizar un giro en su postura y asumir que los coches autónomos ya no eran el futuro, sino el presente, y que quien no se embarcase en esto se quedaría en tierra en unos años.
Toyoda, entusiasta conductor que disfruta no sólo de conducir, sino de sentir los cambios de marcha y el rugir del motor, les confesó que tenían razón y que se había opuesto demasiado tiempo a algo inevitable, es decir, que Toyota desarrollase vehículos capaces de conducirse de forma automática. Es más, les aseguró que «no sólo he cambiado mi forma de pensar, sino que estoy convencido de que Toyota debe participar en la carrera por el coche autónomo, porque tenemos los recurso para ello», recogen en The Wall Street Journal.
De esta forma, el cambio de mentalidad de Toyoda, con un despacho repleto de objetos del mundo del motor y coches en miniatura, evidencia los miedos de la industria, pero también la convulsión que atraviesa el sector, donde deben adaptarse a un momento crucial de evolución, el cual no se daba en la industria desde que Henry Ford revolucionara al mundo con el sistema de cadena de montaje, perfeccionando la idea de Ransom Olds.
Así pues, las compañía de automóviles tienen miedo de que las empresas de software arrebaten la esencia del coche. Pero, además, temen que las innovaciones que introduzcan compañías tecnológicas como Apple y Google priven a las clásicas compañías del sector de su automóvil de su rentabilidad, limitándose a quedarse en un segundo plano en el que fabriquen coches para las grandes corporaciones tecnológicas.
Mientras que empresas como Toyota dudaban de abordar proyectos de coches autónomos, multinacionales tecnológicas como Apple trabajan en su propio vehículo eléctrico, mientras que Google desarrolla el software necesario para lograr la conducción autónoma. Así, tanto gigantes tecnológicos como startups como Uber presionan para adelantar un hecho inevitable, que en breve ya no tendrán que controlar el volante los conductores, disponiendo de un piloto automático, como los aviones.
Pero también hay gigantes del sector que han decidido que si no pueden con el enemigo, es mejor unirse a él. Prueba de ello es la inversión de 500 millones de dólares que realizará General Motors en Lyft, con tal de que se adelanten a Uber. A su vez, Ford y Google negocian el fabricar juntos vehículos autónomos.
Por tanto, era inevitable que Toyota se enfrentara al desafío, dada su posición como la compañía más grande del mundo en relación a ganancias y ventas, con más de 10 millones de coches comercializados al año. Pero el cambio de actitud no ha sido ni rápido ni sencillo, debido a que resulta complicado abandonar la zona de confort, con la confianza, dominio tradicional y con la maquinaria ya bien engrasada.
Una oposición al cambio de los ejecutivos de Toyota que les llevó a rechazar en los últimos cuatro años los acercamientos de Google por colaborar juntos en un coche autónomo.
Ahora, Akio Toyoda confirma el cambio de postura, un nuevo enfoque en el que no sólo asumen el futuro inevitable, sino que desplegaran todas sus armas para afrontarlo con éxito. Por tanto, Toyota anunció que invertiría más de mil millones de dólares y que contrataría para la causa a los mejores talentos de Silicon Valley. De esta manera, entre sus planes está poder producir de cara al año 2020 toda una línea de vehículos que se conduzcan de forma autónoma, pero también abordarán otros temas como la robótica y la inteligencia artificial. La versión oficial de ejecutivos actuales y pasados es que Toyoda tenía miedo a los riesgos que el coche autónomo podría suponer, demorando lo máximo posible la decisión de sumarse a emprender este camino.
Mientras Toyota no se decidía, Google ya empezaba a preparar su proyecto de coche autónomo en el año 2009. cuando en el año 2012 estados como Nevada y California autorizaron la conducción autónoma en sus carreteras pública, Google tentó a Toyota con una propuesta de colaboración, tal y como confirmaría posteriormente Yasumori Ihara, que en aquel momento era un alto ejecutivo de la compañía japonesa.
Así pues, Google deseaba absorber todos los conocimientos sobre vehículos acumulados durante tantos años por Toyota, de forma que pudieran volcarlos y adaptarlos en su coche autónomo. Sin embargo, los ejecutivos de Toyota rechazaron el ofrecimiento de Google tras intensos debates, por miedo de perder aquellos conocimientos que habían tardado tantos años en atesorar.
Junto a esto, Toyota posee un elevado presupuesto anual para investigación, cifrado en 9.000 millones de dólares al año. Así pues, una de estas investigaciones buscaba la posibilidad de que los vehículos de la firma nipona pudieran aparcar sin la intervención humana. Sin embargo, Ken Koibuchi confesaría que no se atrevieron a mostrar esos prototipos, por entender que resultaría extraño ver vehículos en la calle con tal nivel de autonomía. A su vez, otras fuentes aseveran contactos con tecnología enfocada a la conducción automática en el año 2012, pero se chocaron con la reticencia de los ejecutivos, que aseguraban que se oponían a la imagen de la marca y a la postura de Toyoda por la conducción manual.
Mientras que en enero de 2014, el ingeniero Koibuchi volvía a liderar un equipo que buscaba avances en la conducción autónoma, Google anunciaba ese mismo año meses después su primer prototipo de conducción totalmente automatizada. Fue entonces cuando Koibuchi encontró la oportunidad de defender su proyecto ante 20 grandes ejecutivos de Toyota, en una reunión en la que Toyoda no estaba presente. El ingeniero lo tenía claro, Toyota debía cambiar su mentalidad y asumir una inversión y un panorama en el que requerirían trabajar con inteligencia artificial y tecnología de reconocimiento de imágenes y lugares. Esto conllevaba que Toyota debía salirse de su zona de confort y abordar partners más allá de sus tradicionales proveedores. Así pues, Koibuchi logró más ingenieros y presupuesto para su proyecto.
El tiempo pasaba y cada vez más compañías del sector tecnológico y del automóvil unían fuerzas para proyectos, mientras que Toyota continuaba con su guerra civil entre los que apoyaban asumir el cambio y los que persistían en mantener su forma de trabajar intacta.
Por su parte, la postura oficial ante los medios especializados es que Toyota buscaría ayudar a los conductores, y nunca sustituirlos. En el ámbito interno, Koibuchi y el equipo de relaciones públicas de Toyota buscaban la forma de explicar públicamente cuál era su línea de actuación y cuánto y de qué modo podían usar la tecnología autónoma.
Por tanto, sólo quedaba convencer a Toyoda, algo de lo que decidieron encargarse Kiyotaka Ise e Hiroshi Hashimoto, Jefe de Tecnología del Futuro y Gerente de Relaciones Públicas, respectivamente. Finalmente, Toyoda asumió que debía ser más abierto en su forma de pensar y que su amor por conducir no debía cohibir el futuro de la compañía. Eso sí, perseveró en la idea de que el gran objetivo del coche autónomo era lograr reducir a cero el número de accidentes de tráfico.
Por todo ello, mientras que Toyoda prosigue con la idea de que los automóviles ni deben perder su libertad ni el deber de conquistar el amor de sus usuarios, Toyota sigue desplegando otras iniciativas, aunque las mantienen en reserva, a la espera de un gran anuncio.
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