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Adobe se apunta a la nueva tendencia de «resultados a la carta»
Desde que comenzaron a popularizarse las redes sociales, la inmensa mayoría de sus usuarios ha descubierto cuál es su mejor perfil para los selfies, qué tipo de iluminación les resulta más favorecedora y trucos como que girar un poco la cabeza resalta el óvalo y da un aspecto más atractivo. Dicho de otra manera: una vez que hemos asumido nuestra exposición pública, no nos ha quedado más remedio que aprender cómo sacarnos el máximo partido (aunque en algunos casos sea más sencillo y en otros una verdadera pesadilla). Pero no sólo somos nosotros los que de un tiempo a esta parte procuramos poner nuestra mejor cara cuando vemos un móvil en posición de Carguen-Apunten-Fuego, también las empresas, y especialmente las cotizadas, tienen que esforzarse por salir radiantes en cada foto o, de lo contrario, la fuerza de los mercados se puede desatar en su contra y hacer que sus acciones pierdan más del 40% de su valor en un sólo día.
Así, es comprensible en cierta medida que cada vez más empresas decidan modificar el modo en el que hacen públicos sus resultados, una técnica que no es nueva, pero a la que cada vez se apuntan más empresas, y que ha tenido una acogida particularmente buena en sectores que, con el boom de Internet, han tenido que experimentar una gran transformación. Entendámonos, vender agua embotellada no ha cambiado mucho los últimos 20 años, pero dedicarse al software o a los libros sí que supone haber estado en el epicentro de una gigantesca transformación social.
Así, la última empresa en sumarse a lo que podríamos denominar «resultados a la carta» ha sido Adobe, que acaba de anunciar que dejará de informar sobre el volumen de suscriptores a sus servicios (hay que recordar que dos tercios de los beneficios de la tecnológica provienen de las suscripciones a sus servicios, en detrimento de la venta de licencias que era su modelo de negocio hasta hace unos pocos años). En lugar de dicho dato, informará sobre los beneficios anuales recurrentes, es decir, un agregado en el que sumar el beneficio de todo el año fiscal, en vez de separarlo en cuatro ejercicios, y en el que además hablarán de dinero, no de volumen de usuarios.
¿Es legal este cambio en el modo en que Adobe presentará sus resultados?
Hay que recordar que se trata de una compañía cotizada en Estados Unidos y que, por lo tanto, tiene que rendir cuentas a la SEC (Security and Exchange Commission), el regulador que se encarga (o al menos lo intenta) de que las cotizadas sean lo más trasparentes con sus inversores. Y la respuesta es que sí. La SEC exige la publicación de determinados datos, pero se trata de un conjunto de ellos muy básico y genérico, que no tiene en cuenta ni las particularidades de cada sector ni, menos aún, la evolución de los mismos. Luego, son las compañías las que deciden qué otros datos quieren hacer públicos y, claro, de qué manera. Esto, no obstante, no significa que al regulador no le preocupen este tipo de cambios, y menos aún a los inversores.
La transparencia es, ahora más que nunca, una condición exigida por cualquier inversor a cualquier empresa en la que se esté planteando confiar su dinero, y cada vez que revienta una burbuja (y ya llevamos unas cuantas), este requisito gana en importancia. Por eso, movimientos como el llevado a cabo por Adobe han de llevarse a cabo con mucha, muchísima cautela, pues pueden ser interpretados por los inversores como una señal de que la compañía oculta algo. Además, que cada empresa presente unos resultados con distintas métricas dificulta el realizar comparaciones de rendimiento entre ellas, algo muy importante tanto para inversores como para analistas de mercados. E incluso para las propias empresas, que tienen más difícil el valorar su rendimiento con respecto al de su competencia. Dejar de dar ciertos datos, aunque sea para empezar a dar otros es, en resumen, una operación no tanto de maquillaje como de foto-composición, pero que puede ser interpretada como si el tratante sujetara firmemente el hocico del caballo para que el potencial comprador no pudiera llegar a verle los dientes.
No obstante, ¿significa eso que el modelo imperante era «el bueno»? En absoluto. Para empezar hay que recordar que cada empresa es un mundo, y que pretender aplicar exactamente las mismas métricas a una que a otra, y más si son métricas muy básicas, puede dar lugar a conclusiones muy erróneas. Por eso, tiene sentido que cada corporación elija, como acaba de hacer Adobe, presentar los resultados en un formato que permita proyectar a inversores, analistas y usuarios la misma imagen que tienen ellos (siempre y cuando ésta sea, realmente, la que tienen ellos). Aquí, probablemente, quien tendrá que mover ficha es el regulador, que tendrá que adaptar la información que exige a las empresas a las actuales (y cambiantes) condiciones de las distintas actividades empresariales. Pero, hasta que eso llegue, las empresas están en su legítimo derecho de informar al público de la manera que consideren más conveniente. Pero, claro, por encima de ese derecho se encuentra el de los propios inversores, que deben decidir (y desde luego que lo hacen) si confían o no en dicha información.
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