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El Pentágono confía por primera vez en una extranjera para proveerse de chips
El de la fabricación de chips es un mercado que ha cambiado sustancialmente en un plazo de tiempo relativamente corto, especialmente si lo comparamos con otros sectores industriales. La principal razón de ello es, claro, la popularización de la informática y la electrónica de consumo. Entre finales de los 70 y principios de los 80, Asia empezó a desplegar una potente industria que, con los años, acabó por eclipsar el poderío primigenio de Estados Unidos a este respecto, y poco a poco las empresas de todo el mundo comenzaron a mirar hacia Japón, en primera instancia, y posteriormente también a Corea del Sur, China, etcétera, como proveedores de chips.
Algunos sectores, no obstante, se han mantenido fieles hasta ahora a la producción nacional, en atención a criterios estratégicos y de seguridad. Y el paradigma a ese respecto es, sin duda, todo el conglomerado (público y privado) relacionado con seguridad y defensa en los Estados Unidos. Sin embargo, y según cuenta hoy The Wall Street Journal , esto ha dejado de ser así, puesto que el Pentágono ha firmado un acuerdo con Globalfoundries Inc., una empresa dubaití, para la producción de chips que serán empleados en satélites espía, aviones de combate y misiles.
Los términos del acuerdo, ya firmado y que compromete a ambas partes durante siete años, no se han hecho públicos, pero sí que se sabe que la producción de los mismos se llevará a cabo en dos plantas que la empresa compró a IBM el año pasado. Los centros de producción, ubicados en Burlington (Vermont) y East Fishkill (New York) han sido, durante muchos años, las empleadas por el gigante azul para producir estos mismos chips, así que a ese respecto la producción no experimentará grandes cambios, y por lo tanto cabe esperar que en un futuro próximo otras entidades relacionadas con seguridad y defensa, también recurran a Globalfoundries para la producción de los chips que hasta ahora obtenían de IBM.
Y es que, hasta ahora, Industrial Business Machinery ha sido prácticamente el único productor de integrados en el que se ha confiado en Estados Unidos para algo tan crítico y que, puesto en las manos equivocadas, puede suponer una terrible brecha en la seguridad del país. Así, lo más destacable es que es la primera vez que el país confía en una empresa como Globalfoundries, de origen extranjero (aunque tenga sus centros de producción en EEUU), para una labor tan sensible. Y es que, a diferencia de otros sistemas electrónicos, como los que nos acompañan en nuestro día a día, los sistemas defensivos y militares no emplean integrados «estándar», de los que se producen por cientos de millones en Asia. En su lugar, optan por desarrollos a medida, con un volumen de producción muy, muy inferior (cientos o miles de unidades como mucho). Este control sobre los integrados supone, sin duda, una gran medida de seguridad, pero el control absoluto sobre el proceso de producción es imprescindible, de cara a prevenir todo tipo de amenazas (desde la introducción de «puertas traseras» y elementos similares en los sistemas, hasta el robo de alguna unidad que pueda caer en malas manos).
Por eso, hasta ahora se había recurrido a empresas nacionales, pero los cambios en dicha industria ha hecho que la actividad sea insostenible para las mismas. IBM, por ejemplo, no ha podido hacer rentables las plantas de producción de Vermont y Nueva York compradas por Globalfoundries. Hay que tener en cuenta un dato destacado por TWSJ: a principios de los ochenta el 25% de la demanda de chips en Estados Unidos provenía del sector militar y de defensa. A día de hoy ésta (aún manteniendo o incrementando su volumen) se encuentra por debajo del 0,1%. En otras palabras: ha dejado de ser una actividad rentable, al menos desde el enfoque de la misma que ha mantenido IBM, que hasta ahora era el único proveedor. Esto, en cierta medida, es visto con buenos ojos, puesto que tener un único proveedor para algo de tanta importancia supone, sin duda, un gran riesgo. Abrir la puerta a otros proveedores, aunque su origen ya no sea nacional, aporta una flexibilidad no conocida hasta ahora, y permite contar con alternativas en caso de que se produzcan problemas con algún proveedor.
Imagen: PH2 Gloria Barry
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