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Qué hacer si un robot te roba el trabajo
Esta no es una preocupación nueva, ni mucho menos. A principios del siglo XIX, el gremio de artesanos se reveló, en el movimiento ludita, contra los telares industriales, que en su opinión amenazaban sus trabajos. Desde entonces, cada avance tecnológico relacionado con la producción ha llevado asociado el temor (a veces infundado y otras veces muy real). Y ahora, con el avance de la inteligencia artificial, de Machine Learning y de tecnologías relacionadas, este temor vuelve a aflorar con renovada fuerza. Hoy, The Wall Street Journal entrevista a Tom Davenport, profesor de gestión en el el Babson College de Massachusett, y coautor junto con Julia Kirby del libro Only Humans Need Apply, una obra en la que ambos autores intentan ayudar a los trabajadores a sobrevivir en un mundo en el que, según cada vez más voces, estamos llamados a ser sustituidos por las máquinas.
La primera pregunta del diario al escritor trata de dilucidar a qué escenario nos dirigimos: ¿a un mundo en el que la mayoría de los trabajos serán para los robots y la Inteligencia Artificial, con la penuria económica que eso supondrá para todos los nuevos desempleados, o a otro en el que el auge de estas tecnologías hará emerger un nuevo modelo económico, que llevará asociada la creación de nuevos trabajos relacionados con la misma? La respuesta no es sencilla, y desde luego no es binaria, pero en opinión de Davenport el escenario que cabe prever, al menos a corto y medio plazo, se acerca más al segundo que al primero. Además, en su opinión no cabe esperar que en los próximos años se produzca una gran destrucción de empleo. Como el mismo recuerda, la llegada de los ordenadores hizo temer por puestos de trabajo como los de los empleados de caja de los bancos. Eso ocurrió en los ochenta y, al menos en el mercado laboral norteamericano, todavía no se ha producido tal hecatombe.
No obstante, es importante, y más para aquellas profesiones en las que los robots pueden convertirse en una amenaza, encontrar alguna de las múltiples posibilidades de sacar partido a dicha situación. Por ejemplo, menciona el profesor el caso de Alex Hafez, un abogado al que la crisis dejó sin trabajo, lo que hizo que «acabara» dedicándose a la tediosa y poco gratificante labor de revisar documentación y contratos. Sin embargo, aprovechó dicha experiencia para aprender a diseñar procesos en los que el análisis de dicho tipo de textos se pudiera beneficiar de las herramientas electrónicas disponibles para tal fin. Hoy en día es un consultor con mucha reputación en dicho campo. En vez de ver una amenaza vio una oportunidad, y la aprovechó.
La situación para aquellos que se están preparando hoy para desarrollar una carrera laboral en el futuro hace que tengan que tomar, ya mismo, una decisión: o aceptar que las máquinas formen parte de ese futuro, y prepararse para trabajar «codo con codo» con ellas, o bien buscar actividades profesionales en las que la tecnología, al menos de momento, no parece tener vías de desarrollo. En el primer caso, está claro que hay muchas oportunidades, y que gran parte de ellas está todavía por descubrir. ¿En el segundo? Todavía quedan campos, como los más creativos o profesiones que se centran la empatía y las emociones. Lo que no es recomendable, en ningún caso, es pretender permanecer al margen de esta tendencia, pues al final se acabará al margen… del mercado laboral.
¿Y qué deben hacer aquellas personas que ya están trabajando, pero que temen por su futuro? Entender cómo funciona la tecnología, incorporarla a su día a día y permanecer atentos a tantas oportunidades como surjan por ese camino. Está claro que esos profesionales saben, por norma general, cómo hacer su trabajo. Mucho mejor, desde luego, que un analista-programador o un arquitecto de sistemas, así que su gran valor es aplicar ese conocimiento al desarrollo de sistemas que, quien sabe, pueden acabar administrando, gestionando e incluso diseñando ellos mismos.
La clave es, en resumen, evitar que el temor nos impida ver las nuevas oportunidades que se van generando por el camino. Enfrentarse a las máquinas es tan absurdo como hacerlo a los molinos de viento… especialmente si, como debe ser el caso, podemos dedicar esa energía a pensar en cómo mejorar su funcionamiento.
Imagen: D. J. Shin
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