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Lily Robotics, un negocio que huele a podrido
Lily Robotics era una startup que prometió desarrollar un dron con cámara autónomo, capaz de seguir a su propietario sin necesidad de utilizar un controlador para dirigirlo. Surgió a mediados de 2015 y consiguió recaudar nada menos que 34 millones de dólares de usuarios que querían comprar uno cuando estuviese disponible. Además, varios inversores de renombre invirtieron hasta 15 millones en la empresa pero, cuando estaba fabricándose el dispositivo, avisaron que tenían problemas que conllevarían retrasos. Y finalmente, el pasado 12 de enero, la empresa anunció su cierre sin haber llegado a vender uno solo de sus drones.
Paradógicamente, sus fundadores, Antoine Balaresque y Henry Bradlow, han comunicado (vía blog) el cierre de la empresa alegando que llevan meses intentando conseguir la financiación necesaria para desbloquear su línea de facturación y poder enviar las primeras unidades a los que las habían reservado. Sin embargo, han prometido devolver el dinero a los clientes (según una fuente cercana a la empresa, ese dinero no se ha tocado y está a buen recaudo).
Pero, ¿qué ha sucedido realmente?
Aunque nadie de la empresa ha dado más explicaciones, ni tampoco los inversores, todos ellos sabían que el barco se hundía sin remedio porque los empleados ya habían sido avisados hace días. Pero poco falta para que salgan a la luz los motivos principales, gracias a una demanda que han interpuesto contra la empresa ante el Tribunal Superior de California.
Esta demanda, hecha en nombre de los ciudadanos de California, sostiene que la empresa de drones engañó conscientemente a los clientes con su vídeo promocional, que exageraba enormemente la inteligencia del dron y sus capacidades. El documento se grabó con una cámara GoPro y se utilizó un dron profesional de la compañía DJI operado de manera manual. La demanda también alega que la compañía ofreció unas estimaciones de envío poco razonables y violó las leyes sobre retrasos, además de afirmar que no contaba con un sistema para gestionar las peticiones internacionales que estaba recibiendo.
Este supuestamente falso y engañoso vídeo de Lily se hizo viral, e hizo que la compañía consiguiese una fuerte suma de dinero en señales. Así, consiguió 25 millones de dólares en seis semanas desde su lanzamiento en mayo de 2015. También subió su precio. En principio, el dron se vendía por 499 dólares, pero en 2016 subió a 899.
Según un portavoz de la oficina del Fiscal de Distrito de San Francisco, llevan meses investigando a Lily, y cuentan con muchos correos electrónicos como pruebas. Al parecer, en ellos se cuenta el problema principal: el increíble vídeo de Lily no era real. En uno de esos correos, Balaresque reconoce que las imágenes del vídeo promocional que se afirma provienen de un dron Lily estarían tomadas con una GoPro montada en un prototipo. Confiesa que no se sienten cómodos diciendo a la gente que grabamos escenas con una GoPro, «porque la principal ventaja de nuestro producto es que no necesitarías una GoPro para hacerlo».
En otro mail, Balaresque dice que está preocupado por la posibilidad de que a un experto en lentes le dé por estudiar de cerca las imágenes y detecte la huella de una lente GoPro. Y según comenta, «estoy solo especulando. No sé mucho sobre lentes pero creo que deberíamos ser extremadamente prudentes si decidimos mentir públicamente«.
En la denuncia también se alega que cuando se grabó el vídeo, Lily Robotics no tenía ni un solo prototipo con todas las funciones anunciadas listo. Por lo tanto, para el vídeo utilizaron varios prototipos con un buen aspecto exterior, pero que no eran completamente funcionales. Otros de los empleados ya contaban con algunas de las funciones prometidas, pero no se parecían al producto que anunciaban.
Lily no solía dar muchos motivos para sus retrasos, pero en un post de diciembre de 2015 en la que sí lo hacía, sus responsables echaron la culpa al rediseño de su software, a los cambios en sus componentes hardware y a la necesidad de hacer más pruebas del dron en condiciones extremas. Varios expertos han comentado a Recode que también podrían deberse a que lo que proponía la compañía era técnicamente muy complicado. Por ejemplo, en el vídeo se ve cómo un dron aterriza en el agua y luego despega, lo que requiere mucha potencia, algo complicado si se tiene en cuenta el tamaño compacto del aparato y su carga de batería.
Según la ley, después de retrasar los envíos durante más de 30 días, Lily tenía que haber obtenido el consentimiento expreso de los clientes para recibir el producto con retraso, o darles la oportunidad de recibir de vuelta su dinero en caso de que no consintiesen o no respondiesen a la notificación de retraso. Pero no lo hizo nunca, a pesar de anunciar un retraso tras otro. Además, seguía aceptando reservas mientras lo iba retrasando, subiendo progresivamente su precio. Tal como recoge la denuncia, Lily tomó la decisión de no cumplir esta norma de forma «consciente, intencionada y con un comportamiento empresarial corrupto«.
Los responsables de Lily prometen devolver el dinero en un plazo máximo de dos meses.
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