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¿Tiene sentido una neutralidad de la red absoluta?

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Neutralidad de la red

Probablemente, en el contexto de los debates sobre las regulaciones relacionadas con Internet, la neutralidad de la red sea uno de los términos que más se ponen sobre la mesa. Esta misma semana, y a consecuencia de los cambios que va a introducir la administración Trump a través de la FCC (Federal Communications Commision), el regulador federal estadounidense en este sentido, con el fin de revertir los cambios efectuados por su predecesor, ha vuelto a estar sobre la mesa. Pero, ¿qué es exactamente? Si tomamos la descripción de la misma que podemos encontrar en Wikipedia, «la neutralidad de red es el principio por el cualquier los proveedores de servicios de internet y los gobiernos que regulan Internet deberían tratar a todo tráfico de datos que transita por la red por igual, sin discriminarlo o cargar al usuario de manera diferente según el contenido, página web, plataforma, aplicación tipo de equipamiento utilizado para el acceso, o modo de comunicación».

Así, explicado de otra manera, lo que viene a decir es que todos y cada uno de los datos que se transmiten a través de la red tienen exactamente la misma importancia, en lo que se refiere a la regulación del tráfico. «Todos los bits valen lo mismo», podría ser un resumen adecuado. Ahora bien, la primera pregunta surge ya al plantearse la propia aplicación del concepto al funcionamiento de Internet.  Lo cierto es que no. Pongamos un ejemplo que lo explica perfectamente: imaginemos una región cualquiera del planeta, en la que ya existe una infraestructura adecuada de acceso a Internet, y en la que se produce algún tipo de desastre natural. En estas circunstancias, parte de las propias infraestructuras se puede ver afectada, y además el volumen de tráfico tenderá a crecer, especialmente por parte de los supervivientes, dispositivos de emergencia, etcétera.

Y ahora, pongamos que con unas redes mermadas y saturadas, tenemos el tráfico que generan, por poner un ejemplo, los ordenadores de varios usuarios que están descargando cualquier tipo de contenido comparten ancho de banda con los sistemas y servicios de emergencia que están actuando en la catástrofe. ¿Tiene sentido que se conceda la misma importancia a una descarga del último episodio de la serie de moda que a las comunicaciones de emergencia? El sentido común dice que no, y que en este tipo de caso la neutralidad de la red debe ser flexible, y se debe conceder prioridad a determinados bits con respecto a otros.

La administración de Trump

Ahora bien, es importante tener en cuenta que, en este punto, están de acuerdo todas las partes: hay circunstancias en las que un determinado tipo de tráfico debe tener preferencia sobre el resto. El problema surge cuando, como ocurre ahora con los cambios que pretende introducir la administración de Donald Trump, la neutralidad de la red se puede ver comprometida por intereses comerciales. Y es que, según se extrae de las declaraciones efectuadas hasta ahora al respecto, el marco legal definido por Obama es demasiado restrictivo, y plantea conceder más libertades a las telecos del país. Y esto se traduce en que, según el texto final que se apruebe, éstos podrán discriminar un tráfico con respecto a otro, en función por ejemplo de sus propios intereses. Veámoslo con otro ejemplo:

El operador X tiene su propio servicio de vídeo a la carta, con el que pretende competir con otras plataformas de este tipo (Netflix, HBO, etcétera). Con las condiciones de juego marcadas por Obama, el proveedor está obligado a conceder las mismas condiciones de acceso, a sus usuarios, a su propio servicio y a las alternativas ofrecidas por terceros. Sin embargo, este cambio puede suponer el final de dicha neutralidad, permitiendo al operador que reserve gran parte de su ancho de banda para sus propios servicios, en detrimento de los ofrecidos por terceras empresas. Aquí tendríamos un caso de vulneración de la neutralidad de la red por razones exclusivamente económicas.

Puede parecer, visto desde fuera, que éste es un asunto menor, pero en realidad no es así. Al contrario, de la neutralidad de la red depende muy directamente el modelo de funcionamiento que ha tenido Internet desde sus primeros tiempos. De nuevo, un ejemplo: a finales de la década de los 90, el buscador más empleado en Internet era Yahoo!, un servicio empleado por prácticamente todo el mundo, y que aunque se enfrentaba a algunos rivales, gozaba de una cómoda primera posición. Sin embargo, un par de estudiantes de la Universidad de Stanford desarrollaron un complejo algoritmo de búsquedas que, combinado con un sistema de rastreadores de la red, podía ofrecer un sistema de búsqueda mucho mejor.

Ya habrás averiguado, claro, que estoy hablando de Larry Page y Sergey Brin, fundadores de Google. Ante la falta de clientes interesados en adquirir su tecnología, decidieron crear su propio servicio que, pocos años después, adelantó a Yahoo! y que, a día de hoy, es el buscador más empleado de Internet (además de una de las empresas tecnológicas más grandes del mundo). Este éxito, en importante medida, se sustenta en la neutralidad de la red. ¿Qué habría pasado si ese concepto no hubiera existido y, a golpe de talonario, Yahoo! o cualquier otro buscador de la época hubiera comprado «preferencia» para su tráfico con respecto al de sus rivales? El dinero, que entonces fluía con alegría entre los buscadores ya consolidados, pero no tanto en esos primeros tiempos de Google, habría impedido que los chicos del «Don´t be evil» hubieran llegado hasta donde están ahora.

Y eso, aunque puede parecer un caso aislado, en realidad es el día a día de la red y de las startups, empresas que en muchos casos cuentan con pocos recursos, y para las que la discriminación del tráfico por motivos económicos y comerciales puede significar una importante pérdida de competitividad. Dicho de otra manera, las ideas innovadoras pueden verse frenadas por culpa de una desregulación que permita acabar con la neutralidad de la red. Esta es la principal razón por la que las tecnológicas se oponen a este cambio, mientras que las telecos ven la posibilidad de obtener mayor rentabilidad de sus infraestructuras, por ejemplo cobrando a los prestadores de servicios a cambio de priorizar su tráfico con respecto al de otras empresas del mismo sector.

 

Imagen: Camilo Sánchez

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