Las TIC españolas en Brasil, ¿qué pasará con ellas?

Una de las claves del crecimiento que han experimentado bastantes empresas, entre ellas las tecnológicas, estos últimos años, es el tirón que han dado las llamadas economías emergentes. Latinoamérica, India, China… las grandes empresas apuestan por dichos mercados, realizan importantes inversiones y, si todo sale bien, obtienen grandes beneficios cuando se produce el esperado crecimiento. Sin embargo, esta no es siempre una apuesta segura, pues son demasiados los factores que pueden afectar a una economía local, y desbaratar por completo las previsiones realizadas con antelación. Y si esto ocurre en las economías que se encuentran en la fase positiva del ciclo, el riesgo es aún mayor cuando se encuentran en recesión o en un momento tan sensible como el inicio de una recuperación.

Esta es, en la actualidad, la complicada situación de Brasil. Después de un periodo económico más que floreciente, y que llevó al país a situarse como la novena economía mundial, en 2011 su esta empezó a experimentar una desaceleración hasta que, en 2015, entró en recesión.

La salida, en agosto del año pasado, de Dilma Roussef, y su sustitución por Michel Temer, que impulsó una agenda de políticas económicas de corte liberal, dirigidas a contener el gasto, reducir la deuda pública y, de esta manera, recuperar la confianza de mercados e inversores, con el fin de garantizar la financiación del estado, mejorar sus números y revertir la mala situación. Y esto es algo que parecía posible hasta hace solo unos días. Tras diversos ajustes, incluida una enmienda en la Constitución del país para limitar su techo de gasto, las primeras previsiones para 2017 eran optimistas, pues apuntaba a un posible crecimiento del 0,5% al cierre de 2017.

Sin embargo, la crisis política a la que se enfrenta Temer tras haber sido acusado de corrupción, en una investigación que el todavía presidente intentó detener, y que podría desembocar en un proceso de destitución, pone en peligro esas perspectivas de «salir del agujero».

¿Cómo afecta esta situación a las empresas españolas que han invertido en Brasil?

La pregunta no tiene una respuesta fácil, pero en general la situación no pinta bien. El Instituto de Crédito Exterior (ICEX), publicó en 2015 su último directorio de empresas españolas establecidas en Brasil (puede consultarse aquí), un documento de 46 páginas con las principales con presencia en el país, y en el que se puede ver que el sector de las TIC es uno de los puntales de la inversión española allí. La más destacada es, sin duda, Telefónica, que ya inició un ambicioso plan de expansión por Latinoamérica hace bastantes años, pero no es ni mucho menos la única. También podemos encontrar a Indra, Amper, Hispasat, Laneko, etcétera. Un enorme conjunto de empresas que, al ser prestadoras de servicios, dependen muy directamente de la economía del país, y de su capacidad de generar demanda.

En algunos casos, especialmente los que dependen de las administraciones públicas, lo más probable es que vean menguar sus presupuestos, y que al menos a corto plazo esta disminución no se vea compensando por un sector privado que todavía no crece al ritmo que debería para salir de la recesión.

Así pues, lo más probable es que estas compañías se vean obligadas, al menos hasta que se aclare la actual incertidumbre política, a analizar con pies de plomo cada inversión efectuada en el país, y que en su lugar se planteen la posibilidad de diversificar dichas inversiones a países que ofrezcan, a día de hoy, algo más de certidumbre. No obstante todavía es pronto para saber cómo se resolverá la actual crisis política. Si Temer es sustituido, del mismo modo que lo fue Roussef el año pasado, y el próximo presidente es capaz de mantener el plan marcado por el todavía presidente, aún quedan posibilidades de que se mantenga el crecimiento previsto y, por lo tanto, la economía pueda volver a crecer, aunque seguramente no vuelva a hacerlo al mismo ritmo que hasta 2011.

Imagen: itzamnaX