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El «mal rollo» entre Sharp e Hisense
Nadie habría pensado hace solo dos años, cuando la japonesa Sharp firmó un acuerdo con la china Hisense, que lo que parecía una buena colaboración acabaría en los tribunales, y con acusaciones muy serias por parte de la japonesa. Y es que, pese a que las condiciones del acuerdo indicaban que la empresa china emplearía la marca Sharp en determinados mercados, entre ellos el estadounidense y el mexicano, para distribuir televisores con el nombre de la histórica marca, ahora esta afirma que Hinsense ha empleado la marca para distribuir aparatos de baja calidad, así como de campañas de publicidad negativas para la marca, según recoge hoy The Wall Street Journal.
El objetivo de la demanda de Sharp, y que la empresa japonesa ya persigue desde hace tiempo, es recuperar los derechos para explotar su propia marca en los mercados en los que llegó al acuerdo con Hisense, para no tener que llegar hasta la finalización del contrato suscrito entre ambas empresas, algo que no ocurrirá hasta 2020. Para todos los analistas, esta es una prueba perfecta del riesgo que supone el ceder la explotación de una marca a otra empresa en determinados mercados, cuando la propietaria no dispone de los recursos necesarios como para hacerlo por sí misma.
Este es el caso, sin duda, de Sharp, en el momento en el que firmó el acuerdo con Hisense. Recordemos que, allá por 2015, los resultados de la compañía eran bastante malos, y la japonesa se veía obligada a desprenderse de activos para generar ingresos con los que cubrir deudas. En ese contexto, la compañía japonesa vio una oportunidad de mantener su marca en varios mercados internacionales, además de generar ingresos, era ceder su explotación a otras empresas, que además se asegurarían de mantener la imagen de la misma en esos países, por si a posteriori llegaban tiempos mejores, en los que pudieran recuperar el control completo.
El plan de la empresa japonesa fue bien y en 2016, solo un año después, Foxconn se hizo con el control de Sharp, en una operación de 3.520 millones de dólares, aportando además a la compañía el capital necesario para acometer una nueva fase de consolidación y crecimiento, así como para recuperar actividades que habían quedado «abandonadas», o que habían sido delegadas a otras compañías, como es este caso. El problema es que, según afirma Hisense, las acusaciones de Sharp son falsas, e indica que los televisores que vende en el mercado estadounidense con la marca de la japonesa son de alta calidad. Justo lo contrario de lo que afirma Sharp, que acusa a la china de emplear sistemas de producción muy básicos, y de estar generando en Estados Unidos la opinión de que Sharp es sinónimo de televisores baratos de poca calidad.
El conflicto se puede alargar, puesto que Hisense no está dispuesta a revertir el contrato suscrito con Sharp, y si las acusaciones de ésta son ciertas, el daño que la marca puede experimentar de aquí a 2020, cuando finalice el contrato, puede resultar difícil de subsanar. Y, peor aún, puede afectar negativamente a la imagen de la marca a nivel global, algo muy peligroso en la tesitura actual de la compañía, cuando está intentando recuperar posiciones en un mercado tan competitivo como el de la tecnología.
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