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Windows: ¿uno «bueno» y uno «malo»?
Desde hace ya muchos años, las sucesivas versiones de Windows suelen seguir un curioso patrón en lo que se refiere a su aceptación (o no) por parte de los usuarios. Y podemos dar un gran salto atrás en el tiempo (de alrededor de 25 años) para comprobarlo. ¿Y cuál es esa pauta? Pues que uno tiene éxito, el siguiente no, el siguiente sí, el siguiente no… y así sucesivamente. Hagamos un repaso rápido: Windows 3.1 y 3.11 (la versión de 3.1 con soporte de red), corría sobre MS-DOS y dotaba al sistema operativo de una interfaz gráfica y un conjunto de aplicaciones que tuvieron un gran encaje. Después llegó Windows 95, que se supone que era un sistema operativo per se, pero que en realidad seguía corriendo sobre un MS-DOS «escondido». Fue revolucionario, pero no encajó demasiado bien entre los profesionales, que lo vieron incompleto, poco estable, no especialmente seguro. etcétera.
A continuación llegó Windows 98, que fue todo lo que la gente esperaba de su predecesor, y que sí que obtuvo críticas más positivas, y se ganó la confianza de muchos administradores de sistemas para instalarlo en los ordenadores que administraban. Poco después llegaría Windows ME (Millenium Edition). Si no lo conoces…. de eso que te salvas. Un refrito de Windows 98 con un par de aplicaciones renovadas, la supuesta despedida definitiva de MS-DOS (que finalmente no fue tal) y, en resumen, un producto más salido de un departamento de marketing que de uno de desarrollo. ¿Y qué vino después? Windows XP, un sistema operativo que puso de acuerdo a prácticamente todo el mundo. Sí que supuso un gran salto cualitativo con respecto a sus predecesores, y convirtiéndose en el, probablemente, sistema operativo mejor valorado por los usuarios en toda la historia de Microsoft.
El listón estaba muy alto, la verdad, así que era difícil cumplir las expectativas… pero es que parece que en Redmond tampoco se centraron en ese objetivo (¿y en qué se centraron?, nunca lo sabremos…) y el resultado fue Windows Vista. A ver, visto con perspectiva no estaba mal del todo y aportaba alguna novedad interesante, pero no las suficientes como para justificar el cambio, especialmente si tenemos en cuenta que nunca llegó a alcanzar la estabilidad de XP. Ahí, los de Redmond se vieron obligados a forzar la máquina y diseñar un nuevo sistema operativo que resultara satisfactorio para la mayoría… y realmente lo lograron. Claro, has acertado, me refiero a Windows 7. Muchas empresas vieron en esta nueva versión, por fin, al digno sucesor de XP que, no obstante, aún se mantuvo activo durante años. Y los usuario supieron reconocer una enorme mejora en el sistema, una interfaz muy bien pensada, unas medidas de seguridad no vistas hasta el momento en Windows… y así llegó otro gran éxito.
Así, Microsoft se volvía a encontrar en la misma situación que tras la publicación de XP: un público muy satisfecho y que depositaba grandes expectativas en su sucesor. Y entonces llegó el (en mi opinión), producto más incomprendido de los de Redmond: Windows 8 o «La muerte del escritorio y del botón de Inicio». El cambio más disruptivo hasta la fecha, una interfaz totalmente nueva y que ponía el foco en reducir a su mínima expresión la curva de aprendizaje para los nuevos usuarios no ya de Windows, sino de cualquier sistema operativo. Siempre he pensado que el gran error de Microsoft (y que ellos mismos confirmaron con sus pasos a posteriori) fue no combinar la nueva interfaz con una «cara B» del sistema operativo, en la que fuera posible seguir trabajando con él desde una interfaz como la de Windows 7 y predecesores. Más tarde lo intentaron con su revisión 8.1, pero la mácula del sistema operativo en ese momento ya era demasiado grande para quitarla con una actualización menor. Y, repito, creo que 8 fue una apuesta realmente valiente e innovadora de los de Redmond. Es más, sigo pensando que es la mejor interfaz de usuario que se ha diseñado para usuarios no profesionales. Lástima de escritorio con botón de inicio para haber roto el patrón…
Y entonces llegó Windows 10. Un número redondo para un sistema operativo redondo. ¿Y qué tiene de especial? Pues que combina las mejoras de Windows 8 y 8.1, además de otras muchas, y al tiempo devuelve al usuario a la interfaz de Windows 7. Y de nuevo un sistema operativo que supo satisfacer la demanda de los usuarios. Ahora, y aunque todavía quedan muchos (más de los que puedas pensar, mañana daremos números al respecto) de Windows 7 y, sorprendentemente, XP aún mantiene un pequeño feudo, muchos usuarios «forzados» de Windows 8 no han dudado en dar el salto a la, hasta el momento, última versión del sistema operativo.
¿Y qué vendrá ahora? Gran pregunta. Por ahora hemos asistido a una gran actualización del sistema, por lo que todavía le queda recorrido. Sin embargo, es evidente que en Microsoft ya deben llevar tiempo trabajando en el Windows del futuro. ¿Conseguirán, finalmente, romper la maldición de «Windows bueno, Windows malo»? Tendremos que esperar para verlo, y comprobar si han sido capaces de crear un nuevo sistema que se adapte a las tecnologías más novedosas (realidad virtual, SaaS, virtualización, conectividad 5G, IoT, hogar y oficina conectados…). No será fácil, pero después de 25 años, ya debería haber llegado el momento de concatenar dos versiones de Windows exitosas, ¿verdad? Yo creo que, con lo aprendido en el pasado, sí que lo conseguirán, pero aún tardaremos en poder comprobarlo.
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