A Fondo
¿Tiene futuro el centro de datos en la empresa?
Casi cada mes, compañías como AWS, Microsoft, Google y tantas otras, anuncian que acaban de abrir un nuevo centro de datos o incluso, toda una región cloud. A la vez, incluso para aquellas compañías que no acaban de confiar del todo en la nube pública, llegan nuevas ofertas que les permiten poner en marcha su nube privada, externalizando buena parte de sus CPDs.
En este contexto, cada vez son más los expertos que apuntan a que, a medio plazo, el «viejo y clásico» centro de datos va a dejar de tener sentido para la inmensa mayoría de las organizaciones. Pagar exclusivamente por lo que se consume compensa, afirman, y los viejos temores relacionados con seguridad, privacidad y disponibilidad o han sido, o están en camino de ser completamente superados.
En el otro extremo, están los que afirman que al CPD no solo no ha dicho aún su última palabra, sino que en casi todos los casos, aunque sea de forma reducida, su presencia está más que justificada en la mayoría de las organizaciones. En este artículo queremos ver más de cerca ambos argumentos y si es posible, determinar qué futuro le espera a un espacio que lleva en las empresas desde los años 70.
Los que aseguran que no tiene futuro
En la transición al cloud de las empresas, hemos visto cómo las compañías han recorrido un camino que ha ido en una primera fase del escepticismo inicial, al convencimiento total. En un segunda etapa, en la que nos encontramos, se ha llegado a un sí pero no, que ha llevado a muchas compañías a bajar a su CPD local, una parte de las cargas de trabajo que tan alegremente habían subido al cloud público uno o dos años antes.
Entre los motivos que han llevado a los responsables de IT a querer aligerar esta carga de proveedores como AWS, Microsoft Azure o Google Cloud, se ha citado una y otra vez la preocupación que tenían estos profesionales por temas tan sensibles como la seguridad/privacidad de los datos, alta disponibilidad, rendimiento de las aplicaciones (junto con el soporte para el software legacy) y costes inesperados cuando esa presencia en la nube pública no se gestiona adecuadamente.
A estos argumentos, los public cloud evengelists suelen responder que las infraestructuras de nube pública son tan o más seguros que los centros de datos privados; que se han vuelto mucho más flexibles a la hora de dar soporte al software heredado y que especialmente en los últimos años, sus herramientas de gestión cloud han mejorado enormemente a la hora de estimar los costes mensuales del servicio.
En cuanto al rendimiento de las aplicaciones, incluso los más fervientes defensores del cloud público reconocen que en muchos casos el CPD privado sigue siendo imbatible. Especialmente en aplicaciones que requieren un gran ancho de banda, o muy la práctica ausencia de latencia, en el cloud público a menudo no se encuentra la mejor opción. Dicho sea de paso, tanto en términos de rendimiento como de latencia, el CPD local siempre va a ofrecer un nivel superior en su LAN local con este tipo de aplicaciones.
Por supuesto esto no quiere decir que actores como Amazon o Microsoft se rindan. Su apuesta pasa por construir micro-clouds en el edge de ciudades o grandes empresas, de modo que sea mucho más rápido acercar los servicios de computación en la nube los usuarios finales. Productos como AWS Outposts o Microsoft Azure Edge Stack se inscriben en esta tendencia y son capaces de llevar toda la potencia del cloud incluso a espacios en los que no hay conectividad a Internet (o no de forma sencilla), como puede ser una plataforma petrolífera en mitad del mar.
Los que creen que tenemos CPD para mucho tiempo
Mayoría son sin embargo en estos momentos, los que están convencidos de que al CPD le queda mucho tiempo y que aunque, en los últimos años ha ido reduciendo su tamaño, ni ha desaparecido ni va a acabar por desaparecer completamente de las empresas.
Es cierto, y esto parece apuntar a esa «miniaturización del CPD», que fabricantes como HPE (HPE GreenLake) o Dell (Dell APEX) están apostando por que las empresas «externalicen» sus centros de datos, animándolas a migrar a modelos de consumo de TI, que facilitan que las organizaciones puedan poner en marcha con pocos clics, sus propias nubes privadas «as a service».
Pero más allá de este modelo, cuesta pensar que el cloud híbrido, que ha demostrado sobradamente sus ventajas gracias por ejemplo, a la popularidad de la hiperconvergencia, vaya a irse muy lejos en lo que queda de década.
¿Qué es lo que valoran las compañías que siguen apostando por mantener un CPD (aunque sea pequeño) en sus instalaciones? Entre otras cosas…
- Proteger inversiones legacy existentes, que en algunos casos siguen ofreciendo un rendimiento superior que en la nube pública.
- Garantizar la seguridad y la propiedad intelectual de sus datos, sus cargas de misión crítica, proyectos confidenciales…No porque su CPD sea más seguro (seguramente no lo es), sino porque temen que una brecha de seguridad o filtración de datos en un proveedor cloud que no pueden controlar, les puede dejar expuestos durante más tiempo.
- Más flexibilidad y agilidad a la hora de poder combinar de forma transparente, ambos entornos. De esta forma, cuentan con las ventajas propias de la nube pública y el mayor control que ofrece el procesamiento de datos en un entorno local.
- Al contar con ambos entornos, resulta mucho más sencillo mantener un espacio de producción en el que ejecutar sus cargas críticas de trabajo, a la vez que se mantiene un entorno sandbox (habitualmente en el cloud) en el que se pueden realizar todo tipo de pruebas.
- Finalmente, en sectores críticos (finanzas, salud, industria…) suelen existir motivos de peso para mantener su propiedad intelectual, algoritmos, programas y datos bajo la gestión directa de su propio centro de datos. Y aunque insistimos, la mayoría de los servicios cloud cuentan son los más altos estándares de seguridad, los departamentos de TI de las empresas no siempre lo valoran en su justa medida.
¿Va a desaparecer por lo tanto el centro de datos? Teniendo en cuenta todo lo anterior, la conclusión más lógica es decir que «No». Ahora bien, el CPD tradicional está cambiando y va a seguir haciéndolo. Va a apostar por aligerar sus «cargas» y la tendencia en casi todas las empresas es que cada vez se invierta menos en «hierro». Por supuesto, no todas las empresas precisan de un CPD y en muchas cuyas necesidades IT eran tradicionalmente más sencillas (un servidor para el correo electrónico, backup y el intercambio de archivos), en buena medida ya lo ha hecho.
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