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Miles de asiáticos con bajos recursos obligados a ser ciberdelincuentes
Según un estudio llevado a cabo por American Institute Ricati Group, las empresas se gastan al año alrededor de 1,8 millones de euros en combatir el spam en sus equipos de trabajo. Y es que, ¿quién no recibe, incluso cada día, diferentes emails que vestidos de normalidad y usurpando la identidad también de empresas reconocidas intentan hacerse con nuestros datos y robar información de nuestra empresa? Detrás de estas acciones existen bots sí, pero también personas.
En Asia, miles de personas son obligadas a defraudar a gente de todas partes del mundo. No, no solo los hackers y el spam proceden de Rusia como muchos piensan. También de Asia y más de lo que creemos. Así lo han desvelado los periodistas de investigación Cezary Podkul y Cindy Liu de ProPublica, un medio independiente del norte de Europa y de cuya información se ha hecho eco el portal Ars Technica.
Una de las pruebas más evidentes ha sido tomada este verano. Unos anuncios en White Shark Channel en el servicio de mensajería Telegram hicieron saltar todas las alarmas. Se trata de un foro de China con alrededor de 5.700 usuarios y donde no se vendían productos, si no personas de bajos recursos dispuestas, incluso, a ser ciberdelincuentes para poder ganar algo de dinero. Seres humanos en China, Taiwán, Tailandia, Vietnam Camboya, Camboya, Laos y Myanmar, entre otros países.
Quiénes hay detrás de los spams que reciben las empresas
Los anuncios eran del tipo «Se vende a un hombre chino en Sihanoukville de 22 años con tarjeta de identificación, sabe escribir. 10.000 dólares” o «Camboya, Sihanoukville, seis bangladesíes, escriben y hablan inglés». Una trata de personas que, a parte de forzarlos a trabajar en muy diferentes tareas, también incluían los fraudes cibernéticos. En este sentido, son gente con bajos recursos que por una cantidad ínfima son obligadas a estafar a personas de todo el mundo. Si se resisten, se enfrentan a violencia física, hambre o descargas eléctricas.
Podkul y Liu cuentan en la investigación con varios testimonios como es el caso de Fan y su hermano que desde Sihanoukville (Camboya) y viviendo en un complejo rodeado por una cerca de alambre de púas, tenían como objetivo escribir spam y emails para engañar a personas de Alemania con el objetivo de que éstas depositaran fondos en una correduría online falsa. Una vez depositados, la organización criminal reclutaba el dinero y las víctimas desde Europa quedaban totalmente desprotegidas.
Unos engaños que no solo afectan a empresas con correos que toda organización recibe todos los días, incluso a veces de forma intermitente durante toda la jornada laboral. También a cualquier persona que use redes sociales y que pueda ser captada mediante links sospechosos o falsas relaciones personales. Los ciberdelincuentes aprovechan el auge y el relativo anonimato de las criptomonedas, para proseguir con sus objetivos.
En dicha investigación se cuenta el caso de una empresa de California que no solo fue estafada con dos millones de euros mediante estas praxis, si no que además involucró a amigos y familiares de los empleados en falsas inversiones donde, tras ellas, se encontraban estas personas sin recursos reclutadas por mafias para cometer estafas multimillonarias por la red.
Las operaciones de fraude cibernético en Asia están organizadas al milímetro. Algunas han redactado guías para que sus “empleados” sepan cómo engañar a extraños. ProPublica obtuvo más de 200 documentos de este tipo de un activista que ayudó a algunos trabajadores a escapar.
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