A Fondo
La breve pero apasionante historia del CD-ROM
Hace tan solo tres décadas, el almacenamiento de datos era una tarea bastante más complicada que en la actualidad, e implicaba el uso de soportes físicos de espacio limitado. En la mayoría de los casos, guardar archivos o incluso software solo era posible mediante los populares disquetes de 3,5 pulgadas. La nube ni estaba ni se la esperaba, por supuesto, y los discos duros externos eran cosa de muy pocas empresas (y limitados). Entonces despegó un nuevo método de almacenamiento de tamaño ajustado y con una capacidad cientos de veces mayor que la de los disquetes: el CD-ROM.
En una época en la que la web aún daba sus primeros y tímidos pasos entre el público, y el software y los archivos empezaban a ocupar cada vez más, la llegada del CD-ROM supuso una auténtica revolución. Ya no era necesario cargar con una torre de disquetes para guardar programas o documentos. Guardar archivos de gran tamaño, incluso de audio o vídeo, y reproducirlos desde un CD en un ordenador, o copiarlos en el disco duro, revolucionó el ocio digital. Y por supuesto, la industria multimedia. También el desarrollo de software, puesto que permitió la distribución de programas que ofrecían experiencias de usuario mucho más completas y atractivas.
Su popularidad subió como la espuma en unos pocos años, y a mediados de los años 90 se vendían como churros. Tanto los discos como las unidades lectoras y grabadoras para ordenador. Se calcula que en 1994 se vendieron alrededor de 17,5 millones de unidades de CD, y los ingresos por ventas de discos llegaron a los 590 millones de dólares, según Dataquest y Link Resources.
Pero igual de rápido que llegó la popularidad del CD-ROM, se esfumó. La culpable fue la web, que con el paso del tiempo iba ganando en riqueza, funciones y velocidad, además de irse extendiendo la conexión a Internet por todo el mundo. Al volverse Internet más accesible, y empezar a aparecer los primeros servicios de almacenamiento de archivos online, la posibilidad de acceder a información desde cualquier parte, y los servicios de streaming y juegos online, este popular formato de almacenamiento decayó rápidamente. Hasta tal punto que la mayoría de sistemas operativos y equipos modernos son incompatibles con ellos. Tuvo una existencia muy corta, pero bastante intensa, como veremos a continuación
Los primeros pasos del CD-ROM y su ascenso en popularidad
A pesar de que su pico de ventas llegó más o menos hacia 1994, el CD-ROM dio sus primeros pasos una década antes. En 1983, dos años antes de su salida a la venta, Sony y Philips sentaron las bases técnicas de los CD-ROMs a partir de los CDs de audio. ROM era la abreviatura de Read-only Memory, lo que indicaba que una vez grabado, el contenido que había en uno de estos discos no se podía cambiar. Era una limitación importante con respecto a los disquetes, que permitían el borrado de contenidos y el grabado de archivos nuevos una y otra vez.
Pero dado que estos discos tenían una capacidad mucho mayor (550 MB a mediados de los 80, cuando los disquetes de más capacidad podían llegar hasta 1,2 MB), pronto ganaron la batalla del almacenamiento. En los 90, los CD-ROM tenían ya 680 MB de espacio para llegar después a 700. También los hubo «de gran capacidad», con 800 0 900 MB de espacio.
Pero como sucede con todos los avances tecnológicos, el CD-ROM no habría visto despegar su popularidad tan rápido sin el apoyo mayoritario del sector tecnológico. Microsoft fue uno de los principales valedores del formato, al que llegó a calificar como «el nuevo papiro».
Lo hizo incluso antes de que se popularizasen los ordenadores preparados para la multimedia en 1991. Los ordenadores multimedia de entonces eran máquinas con Windows 3.0 con sonido de 8 bits, tarjeta gráfica de 256 colores para una resolución de pantalla de 640×480 y procesador 386 de 16 MHz. Nada que ver con los ordenadores actuales, muchísimo más potentes y con una calidad de imagen y sonido infinitamente mejores.
Hacia 1994, los ordenadores multimedia se habían hecho muy populares, y alrededor del 35% de ellos llevaba una unidad lectora de CD-ROM. Un ascenso muy notable, puesto que en 1992 solo lo tenían un 2%. Además, las ventas de software en CD ya habían superado los 100 millones de dólares en el último trimestre de 1993. Esta cifra suponía un indicador claro de su despegue, ya que los 102 millones de dólares en ventas conseguidos entre octubre y diciembre de ese año eran más que lo ingresado por la venta de software en CD en los cinco trimestres anteriores.
Microsoft, además, había creado una nueva división de consumo en torno al CD-ROM: Microsoft Home. En ella trabajaban en la Enciclopedia Encarta, la enciclopedia para niños Explorapedia, el paquete Microsoft Bookshelf (una recopilación de obras de referencia), juegos y diversos títulos multimedia. Por supuesto, todos los productos desarrollados en ella se comercializaban grabados en CD-ROM.
Poco a poco, otras tecnológicas, como Apple e IBM, fueron adoptando el formato. Lo mismo hicieron editores como The Tribune, que en 1993 compró NewMedia a Compton después de que lanzase la primera enciclopedia en CD en 1989. Revistas como Time o Newsweek lanzaron ediciones en CD-ROM y hubo miles de estudios multimedia repartidos por todo el mundo, que vieron en el CD la posibilidad de expandir la difusión de sus productos y creaciones.
Las revistas también lo adoptaron al poco tiempo, pero no con el enfoque inicial. Aprovecharon su capacidad para ofrecer complementos para sus contenidos. Por ejemplo, en el caso de las revistas de software, les servía para ofrecer versiones de prueba de programas y juegos.
Fue precisamente el sector de los juegos el que más disfrutó de los CDs y su gran capacidad de almacenamiento. Con ellos podían desarrollar títulos mucho más ricos en gráficos, sonido, opciones y vídeo. Uno de los primeros en aparecer en CD-ROM, y quizá el más famoso en hacerlo, fue el juego de puzzles y pruebas Myst, que en 1993 se lanzó para Mac y en 1994 para PC. Tenía 2.500 frames de imágenes en 3D y 40 minutos de música. Le sucedieron miles de títulos, y algunos desarrolladores y estudios se atrevieron incluso a lanzar juegos que ocupaban más de un disco.
EL CD-ROM se consideró también un método ideal para ofrecer catálogos de productos a sus compradores. Sobre todo en el caso de los que se dedicaban a la venta por catálogo. Con un solo disco podían guardar alrededor de una veintena de estos catálogos, lo que facilitaba su difusión.
Internet acabó con el formato
Como hemos mencionado, la expansión de Internet fue acabando con el CD. A medida que la conexión ganaba en velocidad y estabilidad, y se extendía por el mundo, la popularidad del CD fue cayendo. El software empezó a distribuirse y venderse online, y lo mismo sucedió con la música, los vídeos y los juegos.
A esto no contribuyó precisamente que poco a poco, el precio de venta de la multimedia o los juegos y el software en CD-ROM comenzó a subir de manera notable, con títulos como Encarta rondando el equivalente a unos 150 euros. Era un precio mucho menor que el de las enciclopedias en papel, por no hablar de que ocupaba infinitamente menos espacio que ellas. Pero era mucho dinero, y la llegada de proyectos como Wikipedia acabó con las enciclopedias en CD en la primera década de este siglo. La Encarta, ya con un precio mucho más reducido, consiguió llegar hasta el 2009.
Lo mismo fue pasando con el resto de software y herramientas online, y mientras pasaba la primera década del siglo XXI, los CD-ROM fueron desapareciendo del mercado, y de nuestras vidas. Quizá los juegos resistieron algo más, pero nuevamente Internet, con las posibilidades para primero vender títulos online, y después para jugar online, incluso de manera cooperativa, echó abajo sus posibilidades.
El golpe definitivo para el CD- ROM fueron las unidades de disco externas de tamaño reducido y gran capacidad a precio asequible. Su aparición hizo que pudiésemos llevar en un bolsillo un disco con la misma capacidad que las unidades de almacenamiento de los ordenadores, y por un precio al alcance de muchos. Además, estas unidades combinaban lo mejor del mundo antiguo y lo nuevo: la capacidad de guardar y eliminar contenido de su interior una y otra vez de los disquetes, con la gran capacidad de otros formatos.
Hoy todavía podemos encontrar viejos CDs en muchos hogares, oficinas y empresas, aunque es poco probable que se utilicen. En muchos casos, incluso no habrá unidades capaces de leer su contenido o de grabarlo. Los lectores y grabadores de CD y DVD, los discos que les sucedieron y cuya historia fue aún más corta, hace mucho que han desaparecido de escena.
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