A Fondo
El código de barras: 50 años de un invento que cambió el comercio y la sociedad
El código de barras, un elemento a primera vista insignificante, supuso desde su nacimiento toda una revolución, y no solo en el mundo el comercio. Además de como compramos y vendemos todo tipo de productos, ha cambiado todo tipo de aspectos de la sociedad, y su uso se ha extendido a todo tipo de sectores. Hoy, ya con medio siglo de vida, ha evolucionado además hasta dar paso a variantes y tecnologías como los códigos QR o la tecnología RFID.
Cada día hay 10.000 millones de personas que usan un código de barras en cualquiera de sus formatos, un uso muy superior al que tiene, por ejemplo, el popular motor de búsqueda de Google. Además, las líneas blancas y negras verticales que lo identifican tienen mucha más visibilidad que cualquiera de las marcas más populares de la actualidad, desde Nike hasta Apple o Starbucks.
Este conjunto de líneas blancas y negras está en prácticamente todos los productos que se compran y venden en todo el mundo, y sus orígenes se remontan a la necesidad de acabar con las colas para pagar que se formaban a mediados del siglo pasado en las tiendas de alimentación. Estas necesitaban contar con una solución que permitiese a sus propietarios y empleados capturar los datos de los productos de manera automática. También era necesario un sistema capaz de hacer este tipo de tareas con mayor precisión que los humanos, y reducir o eliminar así sus errores.
Fue un ingeniero de IBM, George J. Laurer, el encargado de crear el código de barras. El proceso, visto desde fuera, parecía sencillo, pero no lo era tanto. Además, su diseño llevó varios años. En principio, a finales de la década de los 40, el diseño para el código de barras se parecía bastante más a una diana que al aspecto que finalmente tuvo. Propuesto por Joe Woodland e inspirado en el código morse, era circular. pPero no era efectivo, de lo que Laurer se dio cuenta ya trabajando en el proceso de su mejora, porque durante su impresión quedaba manchado.
Para evitar esto, diseñó un patrón vertical de tiras que presentó a sus superiores hacia 1972. La dirección de IBM aceptó el cambio y Laurer trabajó con el propio Woodland y con el matemático David Savir para desarrollar y concretar los detalles del nuevo formato. Entre las novedades añadidas por ellos al código de barras estaban un dígito de comprobación para poder comprobar si había fallos en ellos o no. La información sobre un producto que se almacena en un código de barras se puede leer con la ayuda de un escáner específico, de tipo multiplano, y que puede ser fijo o portátil.
En 1973, IBM presentó su propuesta definitiva al Comité de selección de símbolos del Consejo de código uniforme de producto de alimentación, un grupo formado por empresas de tiendas de alimentación, que lo aceptó. Y poco después, comenzó a utilizarlo. En junio de 1974, un supermercado de Ohio llamado Marsh’s Supermarket instaló el primer escáner UPC para la lectura de códigos de barras.
Su misión era rebajar el tiempo de espera de los clientes en las cajas, agilizar el cobro de productos y aumentar la productividad de los empleados. El primer producto escaneado fue un paquete de chicles, y desde entonces, los códigos de barras se han extendido por establecimientos de todo el mundo, ocasionando una auténtica revolución en el comercio minorista. Pero también en la manera de comprar y pagar de los consumidores.
La evolución del código de barras: los códigos QR y la tecnología RFID
Aunque el uso del código de barras sigue siendo prácticamente universal en su formato original, esto no quiere decir que no haya mejorado desde su creación. O que no haya dado lugar a otros elementos. En efecto, su evolución ha llevado al nacimiento de los códigos QR, que viven una auténtica explosión desde la pandemia para sustituir a menús de restaurantes. También se utilizan en carteles informativos para acceder a diversa información online, o para acceder a la página de descarga de aplicaciones para el móvil desde el que se leen.
En realidad, un código QR solo es un código de barras, que tiene códigos en un formato cuadrado en vez de con el original. Puede ser 2D, como los tradicionales, o también 3D. En estos casos, los códigos QR son capaces de almacenar más información. En estos casos se pueden utilizar incluso para localizar anomalías en distintos tipos de maquinaria. Para ello, eso sí, es necesario utilizar soluciones específicas de escaneado industrial fijo, así como de visión por ordenador.
Estos escáneres industriales fijos representan una tendencia cada vez más en boga dentro de la automatización industrial. Es capaz de leer los códigos de barras de productos y equipos que se mueven por cintas transportadoras. También de los que se mueven por líneas de pedidos tanto en almacenes como en centros de distribución.
Mediante este sistema, los responsables de logística o los clientes que han adquirido un producto pueden saber su posición y estado. En definitiva, sirven también para comprobar si un producto ha pasado por un punto concreto o todavía no lo ha hecho.
Este tipo de escáneres se pueden configurar también para verificar que las etiquetas de los productos son correctas. O para confirmar que los artículos de un pedido están empaquetados y/o se han recogido. También pueden facilitar los envíos. Gracias a la posibilidad de configurar los escáneres fijos para visión artificial, estos podrían también identificar artículos que no sean aptos para su devolución, en función de las normas de cada tienda o empresa. Además, claro está, de ver desde el exterior de un embalaje si un producto está defectuoso o se ha diseñado mal. También si está mal etiquetado.
Los sistemas y tecnologías RFID son ya un paso más sofisticado en la evolución de los códigos de barras. Se utilizan sobre todo en puntos, productos y sistemas en los que no hay tanta visibilidad. En áreas como las dedicadas al seguimiento y control de stock en tiendas y almacenes, la logística, la farmacia (para control de medicamentos) y la sanidad.
Esto puede sorprender a muchos, que no asocian los códigos de barras en cualquiera de sus formatos. Pero lo cierto es que tanto los códigos de barras como sus escáneres se utilizan a diario para relacionar de manera ágil y precisa a los pacientes con sus historiales y medicación. Incluso con sus médicos y tratamientos. Son una garantía en la actualidad no solo para identificar productos defectuosos o para reducir errores humanos en multitud de sectores. También para minimizar los fallos en sanidad y garantizar que los pacientes reciban la atención que necesitan en cada caso.
De hecho, según Mark Thompson, Director de retail de Zebra Technologies en EMEA, «el código de barras es mucho más de lo que parece a simple vista. Ha revolucionado la forma de hacer negocios en todo el mundo, desde el comercio, a la hostelería, la sanidad o la logística, haciendo que las transacciones y el seguimiento de los productos sea más rápido, sencillo y seguro. Incluso ha abierto la puerta a otras innovaciones posteriores, como las de códigos QR, identificación por radiofrecuencia (RFID), escaneado industrial fijo o visión artificial. En cuanto a su futuro, es evidente que está aquí para quedarse. Desde su descubrimiento, hemos asistido a desarrollos tan innovadores que su valor no hará sino aumentar cada vez más, y tecnologías como las de los escáneres móviles o el escaneado industrial fijo, serán fundamentales para el éxito de todo tipo de sectores e industrias globales».
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