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Floppy Disk: el legado que perdura

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En 2024, los disquetes (o floppy disk) son para la mayoría de las personas una reliquia de la historia de la tecnología, a la altura de los primeros mainframes o los módems de 56k. Y sin embargo, en un momento en el que prácticamente también le hemos dicho adiós a los CD, estos pequeños soportes de almacenamiento siguen teniendo casos de uso muy concretos.

Por ejemplo, muchas de las máquinas de troquelado industrial que se utilizaban en la década de los 90 del siglo pasado, fueron diseñadas para leer patrones y diseños almacenados en disquetes, una situación que en este sector comparten con algunas máquinas antiguas de control numérico por computadora (fresadoras, tornos, cortadoras láser, cortadoras de plasma…), que precisan de este medio para actualizar su software.

En la industria aeronáutica algunos modelos Boeing 747 que siguen en circulación hoy en día, utilizan este soporte para cargar datos de navegación y otras actualizaciones de software. Sistemas públicos de transporte como la red metropolitana de San Francisco (MUNI), no podría operar sin lanzar cada mañana su «Automatic Train Control System» desde un floppy disk ya que esta infraestructura diseñada a principios de la década de los años 80, carece de disco duro.

También en la industria médica, no resulta completamente inusual el uso de estos pequeños contenedores de información en escáneres o dispositivos de resonancia magnética, entre otros. Más aún, hasta 2019, la coordinación para el lanzamiento de misiles nucleares en Estados Unidos, dependía de disquetes de ocho pulgadas. Y es que hay sistemas legacy, de los que no resulta sencillo deprenderse tan fácilmente.

Más de 60 años de historia

Fue a finales de los años 60 del siglo XX cuando los ingenieros de IBM, Alan Shugart y David L. Noble, imaginaron una solución compacta y portátil para almacenar datos. Este trabajo pionero, conocido como Proyecto Minnow, llevó a la creación del primer disquete, en un formato de 8 pulgadas, que acabaría siendo comercializado por primera vez en 1971.

A medida que los ordenadores personales comenzaron a ganar cierta «tracción» en esa década, el disquete comenzó a ser visto como una forma mucho más conveniente y asequible a la hora de trabajar con información.

Una de las primeras personas en tener claro el potencial de este soporte no fue otro que Steve Wozniak, quien se empeñó en añadir una unidad de disquete en lo que sería uno de los equipos más famosos de la historia de la informática: Apple II.

Los primeros discos tenían una capacidad de almacenamiento ridícula comparada con los estándares actuales. Comenzaron ofreciendo una capacidad de entre 90 y 110 KB. Y al poco tiempo, llegarían hasta los 160 e incluso los 360 KB, lo que se convertiría en una capacidad estándar, hasta que en 1984, IBM planteó toda una revolución con sus disquetes de 1,2 MB y su computadora IBM/AT.

Unos años antes (1981), Sony había presentado el disquete de de 3.5 pulgadas, que no tardó en ganar en popularidad frente a otros formatos debido a un tamaño más pequeño, más capacidad de almacenamiento y el hecho de ser más estable que los modelos anteriores, que tendían a deteriorarse rápidamente con el uso.

A partir de entonces, el disquete despegó. Gracias a su capacidad de distribuir programas, las compañías de software descubrieron que podían vender sus productos por correo o en tiendas minoristas, creando un mercado completamente nuevo.

No solo las grandes empresas se beneficiaron. Los disquetes permitieron que cualquiera pudiera crear y vender programas, lo que dio origen a los movimientos de freeware y shareware. También permitieron que las personas compartieran datos fácilmente por primera vez. Su capacidad de almacenamiento crecería una vez más hasta los 1,44 MB (aunque también se comercializaban de 720 kb).

Aunque durante gran parte de la década de los 90 siguieron manteniendo una posición de privilegio, a medida que surgieron nuevos formatos de almacenamiento (CD, unidades flash USB, tarjetas de memoria), su popularidad comenzó a desvanecerse, hasta que en 1998, Apple introdujo el iMac, el primer equipo de fin de siglo que ya no incorporaba una unidad floppy de serie.

Con el cambio de siglo su uso comenzó a ser francamente residual y Sony, una de las compañías que más había invertido en el desarrollo del formato, fabricó su última unidad en 2011.

A pesar de su obsolescencia, el legado del disquete perdura. Su diseño icónico se ha convertido en un símbolo del almacenamiento de datos, y el icono del disquete todavía aparece en muchos escritorios como símbolo de guardar archivos.

Periodista tecnológico con más de una década de experiencia en el sector. Editor de MuyComputerPro y coordinador de MuySeguridad, la publicación de seguridad informática de referencia.

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