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Fabricar el primer procesador «vivo» con células cerebrales para acelerar la IA
Imagina un procesador informático que aprende y procesa información, al igual que un cerebro humano, pero que utiliza un millón de veces menos energía. Ese es el ambicioso objetivo de una empresa emergente suiza llamada FinalSpark. Una revolución que podría tener interesantes aplicaciones en IA.
Para ello, han creado una plataforma única que permite a los investigadores estudiar e interactuar con modelos en miniatura de cerebros humanos, llamados organoides, con la esperanza de desarrollar el primer «procesador vivo» utilizando unas células muy particulares, como se ha publicado en el artículo científico que muestra estos avances.
Esta plataforma en línea otorga acceso remoto a 16 organoides cerebrales por una tarifa mensual. Las universidades e instituciones educativas son el público objetivo, y docenas ya han mostrado interés. FinalSpark cree que este enfoque podría revolucionar la ya omnipresente IA al crear procesadores ultraeficientes para tareas complejas.
Este procesador eficiente podría ser una gran solución para el futuro, ya que las demandas de energía de la IA crecen constantemente, especialmente en los grandes centros de datos. FinalSpark cree que sus procesadores vivos podrían ser un factor de cambio, ofreciendo una alternativa mucho más sostenible.
Nuevo paso adelante para la IA, pero con limitaciones
A pesar del gran descubrimiento de esta compañía, es importante recordar que esta investigación aún se encuentra en una etapa inicial de desarrollo. El cofundador de FinalSpark, Fred Jordan, reconoce que lograr su objetivo requerirá la colaboración internacional.
Además, la producción en masa es también un problema en la actualidad, ya que estos cerebros diminutos se cultivan en un laboratorio utilizando células madre. Sorprendentemente, pueden sobrevivir durante años e imitar la estructura y función del cerebro humano.
Por otro lado, como interfaz para interactuar con estos organoides, FinalSpark ha tenido que desarrollar un sistema de hardware especial que incluye electrodos diminutos, un sistema de suministro de fluido e incluso un sistema de luz para estimular las células cerebrales. En el lado del software, la plataforma permite a los investigadores controlar el hardware, analizar datos e incluso integrar el sistema con herramientas de aprendizaje automático.
Otro de los convenientes es su duración. Si bien los chips tradicionales pueden durar años, estos organoides cerebrales actualmente tienen una vida útil de aproximadamente 100 días. FinalSpark está trabajando activamente para mejorar esto, prolongando su duración.
En este momento, FinalSpark está dando acceso gratuito a un número limitado de instituciones de investigación. A medida que crezca el interés, planean expandir su plataforma y colaborar con otros para lograr el sueño de un procesador informático vivo. Será cuestión de tiempo ver si finalmente se llega a algo realmente práctico.
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