Opinión
¿Es la IA el nuevo bloatware?
Una de las peores sensaciones que experimentan los usuarios al encender por primera vez su nuevo equipo, es descubrir que lejos de ofrecerle una experiencia «limpia», no solo se encuentran con un gran número de aplicaciones pre-instaladas, sino que la mayoría de estas ni son especialmente interesantes, ni las van a utilizar prácticamente nunca. Es lo que tristemente se conoce como bloatware.
Comienza entonces la penosa tarea de comprobar qué es lo que hay, decidir qué se puede quedar (de momento) y qué es mejor eliminar. Pero en el peor de los casos, deshacerse del antivirus que nos ofrece un mes de prueba, un juego que no sabíamos que existía o de esa red social en la que ni siquiera tenemos cuenta, puede llegar a ser completamente imposible.
En sistemas operativos como Windows o Android, el bloatware ha sido históricamente una fuente habitual de discusión y frustración; tanto es así que en 2023, la UE a través de la Ley de Mercados Digitales (DMA), establecía como una de sus medidas estrella, que los fabricantes estaban obligados a permitir que los usuarios pudieran eliminar fácilmente cualquier aplicación que llegue preinstalada en sus dispositivos .
Esto ha permitido que la situación haya mejorado notablemente, tanto por parte de fabricantes que utilizan precisamente la ausencia de bloatware como argumento de venta, como por el hecho de que los usuarios tienen ahora más fácil que nunca el poder deshacerse de esas aplicaciones que no utilizan.
Sin embargo, la irrupción de la IA Generativa y su desarrollo como parte fundamental de toda una nueva generación de sistemas operativos, puede llevar a que muchos usuarios se encuentren de nuevo en la casilla de salida. Y es que en estos momentos y de manera creciente, lo que nos encontramos es lo siguiente:
- Creciente preinstalación de IA: muchos dispositivos ahora incluyen asistentes de IA, análisis automatizados, y funciones inteligentes sin que los usuarios las pidan específicamente. Estas funciones están integradas en sistemas operativos, aplicaciones, y dispositivos, en algunos casos de forma no opcional. La famosa tecla «Copilot» que incluyen los nuevos portátiles de Windows por ejemplo, sirve exclusivamente para invocar al asistente inteligente de Microsoft y no se le puede asignar ninguna otra función.
- Consumo de recursos: las aplicaciones de IA requieren capacidad de procesamiento adicional, consumo de batería, y espacio de almacenamiento. Y aunque muchas de sus funciones se ejecutan en la nube, la tendencia actual es apostar por un procesamiento local que exige nuevos procesadores dedicados y (habitualmente) un encarecimiento del precio.
- Privacidad y datos: las herramientas de IA suelen recopilar datos del usuario para mejorar su funcionamiento, lo que genera puede generar preocupaciones sobre la privacidad y el control de la información personal.
- Uso real vs. percepción de valor: aunque algunas personas valoran la integración de IA en sus dispositivos, muchos usuarios pueden no utilizarlas lo suficiente para justificar el espacio y recursos que consumen, aumentando la percepción de que es «bloatware». Es decir, puede ser «curioso» tener la opción de mejorar una fotografía utilizando IA, resumir una página web utilizando un asistente inteligente o transcribir un audio gracias a un programa PNL, pero en muchos casos tras una primera fase «wow», gran parte de estas funciones acaban en el olvido.
- Dificultad para desinstalar: A diferencia de lo que ocurre con el «bloatware tradicional» en muchos dispositivos, las herramientas de IA preinstaladas no se pueden eliminar fácilmente, lo que refuerza la percepción de que es software impuesto.
Lo cierto es que actualmente la IA es el gran argumento de venta que están utilizando los fabricantes en un momento en el que sectores como el de smartphone o el portátil muestran un crecimiento plano. Y aunque muchos usuarios aprecian el valor que ofrecen muchas de estas soluciones, existe un riesgo creciente de que la IA se convierta en un nuevo «trágala«.
Cuesta encontrar no ya aplicaciones, sino sistemas operativos o dispositivos que no ofrezcan los beneficios de la IA como the next big thing que sí o sí hay que tener, mientras que los esfuerzos de marketing son una mezcla de seductoras promesas de más productividad y creatividad, mientras se refuerza el sentimiento FOMO (fear of missing out) de aquellos que siempre quieren estar a la última.
No sería de extrañar por lo tanto, que asistiéramos al desarrollo de un pequeño nicho de mercado de dispositivos «free of IA», por eso de que tal vez muchos usuarios vuelvan a valorar las cosas sencillas.
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