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¿Son los nanotubos de carbono el nuevo silicio?

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Interior de nanotubo

Hace ya algunos años que se viene hablando de que, en las condiciones actuales, la Ley de Moore estaba acercándose a su fin. La norma determinada por Gordon E. Moore, cofundador de Intel,  en 1965, afirma que cada 18 meses (aproximadamente, ya que ha sido reformulada por su autor en un par de ocasiones) la escala de los transistores que forman parte de los integrados se reduciría a la mitad sin que esto indiciera en el precio de los mismos. Y desde entonces, por increíble que parezca, el planteamiento se ha sostenido en el tiempo. Sin embargo la miniaturización de los componentes diseñados en silicio se está aproximando a su límite.

Actualmente la tecnología de fabricación es de 14 nanómetros y todavía quedan algunos saltos de escala: seguramente 10 nanómetros en dos años, posiblemente 7 nanómetros dentro de cuatro y, aunque a este respecto todavía hay bastantes dudas, 5 nanómetros dentro de seis años. Y ahí, dentro de cuatro años (si el límite son los 7nm) o de seis (en caso de que los 5nm sean factibles) el silicio habrá llegado a su tope.

La industria, consciente de que el rendimiento de los dispositivos equipados con chips de silicio no puede estancarse, llevan ya algún tiempo buscando alternativas al silicio, y una de las más pujantes en la actualidad son los nanotubos de carbono. Su principal ventaja es, claro, el tamaño, unido a unas propiedades muy adecuadas como conductor. Esto permitiría poder evolucionar hacia arquitecturas más pequeñas (un nanotubo tiene, como su propio nombre indica, un grosor de un nanómetro).

Sin embargo, el desarrollo de esta tecnología todavía está un poco «verde» y, el principal problema, es que se trata de una carrera contra el tiempo, en la que se trabaja con plazos muy amplios. Los fabricantes de integrados necesitan planificar a años vista, por lo que es imprescindible que los avances en los nanotubos de carbono permitan pensar que las complicaciones técnicas existentes en la actualidad se podrán solventar adecuadamente y a tiempo. De lo contrario, aunque interesante, esta tecnología corre el riesgo de llegar demasiado tarde y, por lo tanto, ser adelantada por alguna alternativa al silicio que sí que esté razonablemente madura de aquí en dos o cuatro años.

Imagen:Mstroeck

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