A Fondo
¿Es el coche autónomo suficientemente seguro?
Como la actualidad informativa es así y funciona como funciona, resulta que a consecuencia de un accidente de tráfico provocado por una persona mayor ya llevamos varios días con un debate sobre si se debe permitir seguir conduciendo a las personas con cierta edad (hay quienes hablan de los recién jubilados, mientras que otros lo mueven hasta los 75 años). La estadística tiene poco o nulo valor en estos duelos de cuñados, en los que prevalecen argumentos de primer nivel como «Pues yo pienso que…» y «Como todo el mundo sabe…», joyas de la dialéctica, sin duda. Al otro lado del Atlántico, en Estados Unidos, andan enfrascados en un debate parecido, pero en el que cambiamos persona mayor por coche autónomo aunque, en el fondo, cada vez tengo más claro que en ambos subyace el mismo poso.
Según cuenta Associated Press, ya son varios los fabricantes que están realizando pruebas de coches que no necesitan conductor en entornos reales (además de en circuitos cerrados, claro), y evidentemente el principal objetivo de las mismas es la seguridad, es decir, lograr que los vehículos sean capaces de afrontar cualquier tipo de situación sin poner en riesgo a las personas a las que transporta. O, en el peor de los casos, cuando el accidente es inevitable, minimizar los daños tanto como sea posible. Con dichas pruebas y la aplicación de las medidas oportunas en base a los resultados de las mismas, el objetivo es claro: lograr que el coche autónomo sea más seguro que el conductor humano. Y es que, más allá de los desafíos técnicos a los que se enfrentan estos coches, la principal barrera que deberán cruzar es la de la confianza de los potenciales usuarios, que a día de hoy todavía se muestran escépticos, y el reciente accidente de un Lexus con el sistema de conducción autónoma de Google ha servido para que muchos detractores de esta tecnología tengan más munición para sus armas.
El accidente se produjo el pasado 14 de febrero, cuando el coche autónomo se encontraba en el carril derecho de una vía con varios para el mismo sentido, y pretendía cruzar hasta el situado más a la izquierda, con el fin de realizar un giro en dicha dirección algo más adelante. Tras permanecer detenido unos segundos, puso el intermitente para señalizar la operación y, confiando en que un autobús urbano que se acercaba por el carril derecho disminuyera su velocidad, inició la operación para reincorporarse a la circulación. Pero el autobús ni frenó ni deceleró, lo que provocó que el lateral izquierdo del coche golpeara la puerta trasera del autobús. Sólo se produjeron algunos desperfectos en ambos vehículos. Los pasajeros del autobús se bajaron del mismo por su propio pie y el pasajero de coche autónomo tampoco sufrió daños (más allá del imaginable susto).
Esto, sin duda, demuestra que el software que dirige el vehículo tiene lagunas, lagunas importantes, pero la conclusión que yo extraigo es que éstas están muy directamente relacionadas con el modo en el que conducimos los humanos. Se supone que, si hay margen de distancia más que suficiente y vemos que otro vehículo señaliza la incorporación al carril en el que nosotros estamos circulando, debemos facilitar dicha incorporación siempre que no suponga ningún riesgo, ¿no? Ojo, no estoy hablando del típico listo que viene por el carril central o el de la izquierda, se salta intencionadamente toda la retención para tomar una salida concreta y, sólo a escasos metros de la misma, pone el intermitente y se incorpora a la misma aprovechando el más mínimo hueco, al tiempo que se ríe de los pardillos que han hecho las cosas como es debido.
El 94% de los accidentes en EE.UU. son por fallos humanos
Según datos federales (de Estados Unidos), el 94% de los accidentes que se producen en el país, y que el último año le costaron la vida a alrededor de 33.000 personas, se deben a fallos humanos, por lo que eliminando el fallo humano se podrían haber salvado, sólo en EEUU, más de 31.000 vidas. Y, según datos de Google sobre su coche autónomo, su ratio actual (previo a la actualización llevada a cabo tras el accidente con el autobús) de accidentes es de 3,2 cada millón de millas recorridas, mientras que el de los vehículos conducidos por humanos es de 4,2. Es cierto que ese estudio tiene algunas carencias, pero hay que tener en cuenta que hablamos de una tecnología que todavía está en fase de pruebas, y que habrá evolucionado mucho cuando finalmente llegue al gran público.
El ser humano es egoísta, unos más y otros menos, pero al final todo el mundo va, principalmente, a lo suyo, y esto es algo que tiene especial desarrollo en el mundo de la conducción. «Primero paso yo, y luego todos los demás», o «Mira a ese a 120 por el carril izquierdo, le voy a dar las luces y a poner cara de enfadado para que me deje pasar». Prácticamente cualquier persona que se mueva habitualmente en coche ha pensando alguna vez que hay pocos accidentes para cómo se conduce y, aunque imperfectos y mejorables, sistemas como el carné por puntos o la punitiva retirada (temporal o definitiva) del carné pretenden corregir esos malos hábitos. El problema es que, dado que los mismos tienen un origen indudablemente humano, el coche autónomo se enfrenta a la conducción en inferioridad de condiciones, ya que el «yo primero» no entra dentro de sus premisas.
Confiar ciegamente en la tecnología (en cualquier tecnología) es un error enorme. Hay que auditarla y trabajar constantemente en mejorarla, y más aún cuando todavía se encuentra en sus primeros tiempos. Sin embargo, al ritmo al que se está desarrollando actualmente, Cabe esperar que en muy pocos años los sistemas de conducción autónoma sean más seguros y fiables que la conducción manual. Sin embargo, para alcanzar ese punto todavía es necesario que el coche autónomo esté familiarizado con conceptos como «si esta carretera y este coche dan para ir a 180 tranquilamente», «Yo no me como todo ese atasco, ya me cuelo al final», «Voy a mirar el Whatsapp aprovechando esta recta tan larga» o «¿Facilitar la incorporación? No sé qué significa eso». Hasta entonces, lo más probable es que se produzcan más accidentes en los que, al menos parcialmente, la culpa sea del coche autónomo. Principalmente por no saber cómo son las personas al volante.
Ahora bien, ¿qué le exigimos al coche autónomo? ¿Un 100% de seguridad? Sería lo ideal, desde luego, todos queremos que sea así, pero si somos realistas, un buen punto de partida para aceptarlo con los brazos abiertos es que sea más seguro (y a más, mejor) que lo que tenemos hasta ahora. Ese objetivo no sólo parece alcanzable, sino también bastante cercano.
Imagen: Google
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